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Mostrando entradas de 2020

Lágrimas en la lluvia

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No es fácil comenzar una entrada después de lo vivido durante estas tres últimas semanas. Tras contemplar ineluctablemente como iban cayendo en brotes una residencia tras otra, al final le tocó el turno a uno de los centros de mayores que coordino. Al final, "brote" es el término que ha venido a sustituir al de vida, rara pero vida. Es muy duro comprobar como a pesar de haber hecho todo lo humanamente posible al final el maldito virus se deslizó silenciosamente, traicioneramente, hasta los pies de las camas de decenas de ancianos vulnerables, frágiles, indefensos ante tan tremenda y cruel amenaza. No nos dimos cuenta hasta que ya todo fue inútil. Una vez entra en los cuerpos de los mayores estos se convierten sometidamente en sus dominios. Sí, me lo habían contado decenas de compañeras de trincheras, diferentes a la mía pero trinchera al fin y al cabo. No es que no las creyera, que va, pero jamás me imaginé que fuera tan real la posibilidad del terror ante la impotencia. Es l

No es justo...

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Después de ver y escuchar la terrible noticia de las dos auxiliares que supuestamente han maltratado a una anciana en una residencia de Tarrasa, todavía no he podido dejar de sentir rabia, y mucha pena. También estoy convencido que por varios motivos una injusticia aflora en todo esto, y no solo la más evidente. Por un lado, no es justo lo ocurrido para cientos de miles de personas mayores, muy frágiles (no solo físicamente), que dependen de nosotros, que no tienen a quien recurrir para que les sustituyan en la realización de las mínimas y elementales tareas diarias. No me cansaré nunca de denunciar que no es justo el precio con el que estamos pagando a nuestros mayores tanto sacrificio y esfuerzo para levantar un país al que nos estamos cargando sus nietos, nosotros solitos, sin ayuda de nadie. Reconozco que he visto el vídeo que circula por internet un par de ocasiones, y no por morbo, como otros. La primera vez no pude terminar de visionarlo; me puede mucho la incapacidad de re

Muerte al cansado

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Hace ya algún tiempo que no subo ninguna entrada al blog. No, en esta ocasión no ha sido por aquello del trabajo extra por culpa del maldito Covid. Ni mucho menos. Posiblemente sea porque escribir en esta bitácora le suponga a su autor una especie de catarsis. Cada vez que siento que ya no pudo aguantar más calladito, en pose de corrección política, antes que tomar un Lorazepam prefiero escribir. Hasta ahora me ha ido bien. Incluso he tenido algunas quejas en relación a lo que he escrito en otras ocasiones, como le ocurre a la gente importante. Es una excelente manera de saber que al menos esos no te toman por tonto o loco y no me dan la razón vehementemente, como otros. Estoy intentando filtrar un poco, porque la verdad es que ha sido una primavera extenuante, realmente agotadora. Pero hay cosas que es imposible trillar. Ayer desayuné con la noticia de que Holanda, también conocida como Países Bajos (quien le puso el nombrecito seguro que no sabía el grado de bajeza que podrían a

Cumpleaños final...

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Llevamos varias semanas de confinamiento, muchas, por culpa del maldito coronavirus. Hace unos días el presidente Sánchez, anunció lo que para muchos era un secreto a voces, aunque para los sanitarios no tanto: el estado de alarma, y el correspondiente confinamiento en nuestras casas, se prolongará quince días más, al menos. Pero los niños, como novedad, podrán empezar a salir para pasear con los padres. A partir de mañana también podremos hacerlo otros, para hacer deporte, pasear.... Pero ¿y los mayores de las residencias que actualmente están confinados en sus habitaciones?. Mientras Sánchez hacía su declaración no paraba de venirme a la cabeza unas palabras de la señora Carmen. Palabras que me emocionaron cuando me las dijeron y que me preocupan. Ella, con ochenta y nueve años, solo es una de las algo más de cuatro mil personas mayores que durante estos días están confinadas en su habitación de la residencia, de las que prácticamente no pueden salir, por indicaciones de las

Hijas de Nightingale

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Llevamos muchos días, semanas enteras, escuchando y viendo en directo, en numerosos medios de comunicación, que el avance de la epidemia resulta descaradamente imparable. Aunque por lo visto, afortunadamente, parece que podemos domesticar al maldito Covid-19, todo ello gracias a nuestra reclusión domiciliaria.  Nos hemos dado de bruces con la realidad, esta es, que el humano es un ser falible, imperfecto, víctima de su propio orgullo y vanidad; pero también es portador de los más bellos sentimientos y expresiones de solidaridad. Como enfermero tengo una referente: Florence Nightingale. Fue una enfermera pionera, que vivió en el siglo XIX, que un día decidió poner su vida al servicio de los demás. Florence tomó la firme determinación de bajar a los infiernos para poder conocer con sus propios ojos el ardor eterno del sufrimiento. Lo encontró en los campos de batalla de la guerra de Crimea. Allí, pudo encontrar podredumbre y miseria como basamento de hospitales de campaña. Los

Descansen en Paz

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Hoy me he levantado con los besos de mis dulces hijas. Minúsculos contactos de amor filial con olor a tortitas que tan bien cocina mi hija mayor, para felicitarme el día del padre, la festividad de San José. Todo parecería normal si no fuera porque al levantarme las noticias me han recordado, cual torta que no tortita, el hecho de que todavía estamos en el quinto día de confinamiento domiciliario. Y esto parece que va para bastante largo. Es este un día donde, inevitablemente, recuerdo que desde hace 30 años no tengo a nadie a quien besar por su día del padre. En estos días el mío tendría 75 años, más o menos, 7 más que mí madre. Y la verdad es que por primera vez no me ha apenado tanto el hecho de que no estuviera con nosotros. Corren malos tiempos para los mayores de 60 años. El maldito Coronavirus nos ha recordado de manera extremadamente vil que el hedonismo, los sueños de vidas perfectas basadas en lo superficial no son más que falacias de nuestros sentidos y nuestra mente.

La píldora de la in-humanidad

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Hace días que me rondan por la cabeza unas cuantas ideas de esas que muchos calificaríais de "extrañas". Posiblemente el haber disfrutado de una Navidad más, pero también la circunstancia de haber celebrado mi 20 cumpleaños profesional, en compañía de mis querid@s compañer@s enfermer@s de la Escuela Universitaria de Enfermería de Cartagena, me ha hecho quedarme pensativo en más de una ocasión. No solo ha sido el ser consciente de ir cumpliendo navidades, sino haber reído nuevamente con personas ahora algo más mayores, y más guapas (por dentro y por fuera), lo que me ha ido alienando el pensamiento de camino al trabajo, o en esos instantes nocturnos previos al primer ronquido durante estos últimos días. Cómo pasa la vida, casi sin darnos cuenta. El mero hecho de recordar las ininterrumpidas risas durante la comida de celebración de nuestra gran X Promoción me ha alegrado la semana. Me ha transportado nuevamente a días de agobio por los exámenes, de nervios por las prácticas q