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Las cargas invisibles

Esta semana que está a punto de acabar se iniciaba con la triste noticia del suicidio en Granada de un anciano octogenario, tras dispararle a su esposa también octogenaria. Lo que en principio parecía ser un nuevo crimen de violencia de género, acabó siendo un suicidio de dos ancianos que dejaron constancia de que no querían ser una carga para su familia. Siguiendo mi exposición de hechos, no puedo obviar los suicidios ocurridos en Grecia, protagonizados también algunos por ancianos, debido a la grave crisis económica, o mejor dicho a las consecuencias de su eterna existencia; pensiones fútiles que no les permitían pagar su subsistencia. También ancianos han sido los protagonistas de tristes noticias en nuestro país al salir en los telediarios por ser el objeto de deshaucios de sus casas; esas casas que tantas lágrimas y sudor les costó pagar y que posteriormente han servido para avalar los sueños de unos hijos, que no han podido hacer frente a sus obligaciones con los bancos. E

Los olvidados

Durante este fin de semana he podido ser testigo de las noticias sobre las propuestas y protestas que los representantes del CERMI han hecho firmes ante la Administración, más o menos ruidosas, espectaculares, respecto a la continuidad sobre la preferencia en los cobros de las retribuciones en concepto de "dependencia", entre otras. Ha sido realmente impresionante y emocionante el enorme número de apoyos que han recibido de otras organizaciones y medios de comunicación. Hasta la propia Ministra de Sanidad y Política Social se ha comprometido a liquidar desde las Administraciones autonómicas las cantidades económicas que les corresponde a los miembros del CERMI de manera prioritaria. Han conseguido grandes cosas, esto no hay quien lo rebata. Mi enhorabuena sincera por ello. Pero no todo son alegrías, desde mi punto de vista, claro. Asusta un poco pensar que la fuerza de unos pocos puede influir en las decisiones de los de arriba. Esto puede significar que solo los que so

La verdad está ahí fuera

Hace unos años, en concreto siete, salió publicado en la comunidad autónoma donde resido y realizo la gran mayoría de mi trabajo, un decreto de mínimos emanado de la Consejería de ámbito social,  que regula desde entonces el funcionamiento de los establecimientos destinados a acoger, ya temporal ya definitivamente, a personas mayores. Como no puede ser de otra manera la obligación de los que trabajamos en dichas instituciones era adaptarnos a los preceptos que marcaba, y que sigue marcando, la norma. Entre estos requisitos legales "mínimos" estaba el acondicionamiento de un lugar que estaría destinado a personal y trabajo de índole sanitario, en principio, llamado "Botiquín". Como buen "mandao" pregunté en la Consejería que trataba el tema social por aquel entonces acerca de las posibles subvenciones (antes había, ¿no lo recordáis?), y me contestaron que sobre temas sanitarios ellos se inhibían porque eran competencia exclusiva de la Consejería de San

¿Qué es esto que me traes?

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En toda mi carrera profesional he tenido oportunidad de encontrarme con compañeros/as de gremio de toda índole. Afortunadamente, la inmensa mayoría hace honor al carácter humanista de nuestro "trabajo". Pero alguna que otra vez he podido comprobar que la perfección realmente no existe en la profesión sanitaria. Una de aquellas ocasiones la protagonizó un compañero de esos que han visto innumerables episodios de "Anatomía de Grey" o de "El Doctor House" o de "Hospital Central" y que frecuentaba laboralmente una puerta de urgencias de un hospital cualquiera (que no por ello quiere decir que no exista); aquella noche acudí con un anciano derivado desde el SUAP de referencia, tras consultar por una insuficiencia respiratoria aguda, y al entrar a la puerta de urgencias me salió al paso este "compañero". El cambio de actitud fué radical al comprobar que un anciano, y no un infarto, o un edema agudo de pulmón, o un neumotórax, había llegado

Ancianos, Sanidad y la Torre Eiffel

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Que mejor manera de empezar a poner negro sobre blanco, que hablar de la curiosa relación que hasta ahora existía entre las personas mayores y la Sanidad, representada por los facultativos, y también por las profesionales de enfermería. Últimamente nos estamos acostumbrando a leer, escuchar y/o ver en la prensa las repercusiones que el consumo desorbitado de medicamentos por parte de las personas mayores han estado provocando en los presupuestos de las distintas administraciones públlicas responsables de la Sanidad en nuestro país. "Grandes consumidores", "polimedicados", o "almacenadores de medicamentos", entre otros calificativos, se están empezando a oir entre las personas de la calle, esos que dicen "de a pie", cuando hablan en los corrillos que se hacen esperando el autobús, o el metro. Casi todos conocemos algún caso de persona mayor que tiene guardados en casa numerosos medicamentos, en un cajón o en un armarito de la cocina. Es entonc