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Mostrando entradas de noviembre, 2019

También lloramos

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Hace años que llevo trabajando dedicado a cuidar a otras personas. Profesionalmente, a personas mayores, y personalmente a todas aquellas a las que puedo, como mejor he sabido, aunque soy consciente de que no lo he conseguido siempre. A veces, se me pasa por la cabeza, como una nube viajera atravesando la tenue luz del sol de otoño, ese pensamiento insolente y soberbio que dice aquello de que ya todo está visto, que las personas somos predecibles, para lo bueno y lo malo, que la experiencia vivida es más que suficiente para “saber” todo. Es uno de esos pensamientos que nos hacen humanos a más de siete mil millones de primates superiores, esto es imperfectos, a Dios gracias. Afortunadamente, a diario la inmanencia del sentido que acerca de la vida se nos ofrece nos trasciende, y al menos a mi me sorprende una y otra vez. En este escaso mes, transcurrido desde la ultima entrada al blog, me han ocurrido cosas muy emocionantes que han estimulado la reflexión interior. La primera

Recuerdo de una amiga

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Hay ocasiones en las que me pregunto qué extraño misterio alumbra esa humana capacidad que tenemos las personas de sorprendernos, a veces, ante lo inminente y cotidiano. La realidad nos rodea cual escenario de una trascendental novela, nuestra vida, invisible como el aire que respiramos. La mirada de un niño es el mejor ejemplo de ello. Me sigo emocionando al contemplar como los pequeños humanos reaccionan ante lo que les rodea, con franqueza, con total transparencia y sinceridad; lo que les causa miedo les hace llorar, al igual que las risas parten de la alegría. Las relaciones con los demás, y las circunstancias que más tarde rodean nuestra vida terminan por transformarla. Conforme vamos creciendo sustituimos esas emociones, primarias de manera natural, por otras artificiales derivadas de imaginaciones, construcciones cognitivas para defendernos del miedo, de la decepción, de la tensión relacional. Conforme vamos haciéndonos “hombres” y “mujeres”, dejando atrás nuestra infancia,