Descansen en Paz
Hoy me he levantado con los besos de mis dulces hijas. Minúsculos contactos de amor filial con olor a tortitas que tan bien cocina mi hija mayor, para felicitarme el día del padre, la festividad de San José. Todo parecería normal si no fuera porque al levantarme las noticias me han recordado, cual torta que no tortita, el hecho de que todavía estamos en el quinto día de confinamiento domiciliario. Y esto parece que va para bastante largo.
Es este un día donde, inevitablemente, recuerdo que desde hace 30 años no tengo a nadie a quien besar por su día del padre. En estos días el mío tendría 75 años, más o menos, 7 más que mí madre. Y la verdad es que por primera vez no me ha apenado tanto el hecho de que no estuviera con nosotros. Corren malos tiempos para los mayores de 60 años.
El maldito Coronavirus nos ha recordado de manera extremadamente vil que el hedonismo, los sueños de vidas perfectas basadas en lo superficial no son más que falacias de nuestros sentidos y nuestra mente. Nuestras creencias acerca de la seguridad de nuestros sistemas sociales y sanitarios se han derrumbado en solo unos pocos días. El miedo, el pavor ante la muerte de los seres queridos y la nuestra, empiezan a ser de alguna manera como aquellas sales que antiguamente nos ponían en la nariz para despertarnos tras un vahído o desfallecimiento. Eran muy eficaces pero terriblemente desagradables.
El confinamiento, provocado como medida extraordinaria por nuestro Gobierno, nos da la oportunidad de tener más tiempo que nunca para pensar, reflexionar, detenernos a mirar el mundo en el cual supuestamente "vivimos" nuestra vida. Pero también son días para enfrentarnos a nuestros miedos, para aprender de nuestras propias miserias, que las tenemos. Somos pobres seres mortales, miedosos, temblorosos ante su propia muerte, capaces de lo mejor y de lo peor, a veces alternando estos estados. Cuanto me acuerdo de Albert Camus y esa excelente etnografía sobre la epidemia de peste en Argelia. "La peste" constituye una admirable guía de viaje hasta nuestros más oscuros pensamientos en épocas de confinamiento, y de encierro interior, no solo en relación a los de afuera.
Ya me gustaría decir lo mismo cuando recuerdo que sigo trabajando con personas, profesionales extraordinarios, para cuidar de otras personas terriblemente dependientes, frágiles y vulnerables; también cuando recuerdo a tantas y tantas compañeras que se están dejando la piel en las trincheras, a pie de cama, en hospitales y centros de salud, en emergencias, pero también en residencias de personas mayores. Somos los grandes ignorados, y a veces olvidados. Esta Pandemia fue ignorada, qué duda cabe, cuando todavía podíamos haber hecho mucho más para afrontarla mejor. No puedo evitar recordar las manos enguantadas de algunas ministras portando una pancarta, durante una manifestación multitudinaria que debería haber estado prohibida antes de su inicio hace solo unos días. El riesgo ya era conocido, aunque idiotamente subestimado (espero que la Historia administre justicia al Dr Fernando Simón). Pero bueno, luego todos querrán descargarse de responsabilidades, bien escondiendo hechos más que probados, o bien echándole la culpa al simple ejecutor de órdenes.
Lo que me está quitando el sueño, pero de verdad, es la impotencia profesional y personal al ser consciente de que se está abandonando a los mayores que viven en las residencias a su suerte, ante una hermana muerte sobrecargada de trabajo estos días, pero contenta con el botín conseguido.
Si bien el desconcierto y la deriva organizativa de las administraciones en cuanto a las estrategias a seguir frente al virus son más que patentes, siempre tendremos la excusa de que era un virus desconocido, que nos pilló por sorpresa, o sin capacidad de reacción. Bueno, los delirios comienzan igual, creyéndose uno algo que toma como real y luego lo cuenta como si lo fuera.
Sea lo que fuere, en el caso de los mayores que viven en las residencias lo que se está haciendo desde las administraciones públicas no tiene nombre. Hace semanas que estamos alertando a las autoridades sanitarias y de política social en cuanto a lo extremadamente complejo que resultaría el escenario asistencial de las residencias si no se comenzaba a planificar bien las estrategias a seguir, para prevenir la entrada del "bicho" o bien minimizar las muertes en caso de que entrara en las residencias.
Durante estos días he podido leer varios artículos de periódicos, y ver con enfado y pena muchas tertulias televisivas donde se decía una y otra vez que las personas mayores eran una víctima fácil del SARS-Cov-2, como le dicen los listos, o del coronavirus como le llamamos los que simplemente le tenemos pánico. Es tristísimo contemplar cómo, después de avisar una y otra vez a las autoridades sanitarias y sociales, diciéndoles que no podemos quedarnos sentados a esperar que la muerte se lleve a los mayores de las residencias sin hacer nada, la única respuesta que hemos obtenido es el silencio y el ninguneo. En alguna que otra ocasión incluso hemos percibido el desprecio de algún cargo público para la que visiblemente las personas que trabajamos en las entidades que defendemos los derechos de los mayores y sus familias nos hemos convertido en un incordio. Nos han dejado solos, a los mayores y a quienes les cuidamos.
Es penoso contemplar como las profecías se van cumpliendo. Hace años que venimos avisando que las residencias son recursos sociales, que si bien prestan algún servicio sanitario este no es de tipo asistencial puro, sino de carácter preventivo y básico. Hemos insistido una y otra vez. La última fue hace más de un año, cuando nos sentamos frente (no quiso hacerlo junto a nosotros) al actual gerente del Servicio Murciano de Salud, para pedirle soluciones encaminadas a una verdadera coordinación de instituciones sanitarias y sociales, con el único objetivo de que los mayores murcianos que viven en las residencias no fueran olvidados por el sistema público de salud cuando entran a vivir a una residencia. En ese preciso momento, como imagino que le pasará a alguno/a al leer este artículo, la ignorancia y la incultura campa a sus anchas y aparecen los idiotas que afirman que los ancianos que viven en residencias privadas no deben ser soportados por la administración pública. Pobres cretinos (buscadlo en el diccionario para que nadie se ofenda), os planteo las siguientes preguntas a modo de reflexión:
¿Es que todavía no sabéis que los mayores españoles son ciudadanos de pleno derecho, vivan donde vivan, ya sea hogar público o privado?¿es que obtener una plaza de dependencia se ha convertido en un criterio de discriminación o castigo por estar esa plaza ubicada en una residencia privada? Es bueno que los lectores sepan que las plazas públicas en residencias públicas tienen un coste de casi 5.000 euros por persona y mes, frente a los congelados 1.600 euros que esa misma administración paga a las entidades privadas para gestionar plazas públicas- sería bueno saber qué es lo que tiene que decir sobre esto la gerente del Instituto Murciano de Acción Social, o mejor aún la Consejera de Familias y no sé cuantos nombres más, y sobre la racionalización del gasto público obligadas por ley.
¿No sois conscientes que tienen plenos derechos constitucionales, como ciudadanos españoles, a que el sistema público, que tan dolorosamente ayudaron a construir nuestros abuelos/as, les atienda con las mismas garantías que al reto de españoles?¿Es que la Sanidad, constitucionalmente gratuita y universal, no lo es para los mayores que viven en las residencias, aun sabiendo que la inmensa mayoría cotizaron en miserables cartillas agrarias que tenían que pagarse ellas mismas porque muchos empresarios no querían darles de alta?
La demagogia abunda, tal y como se ha visto esta misma mañana en una entrevista de Susana Griso, en Antena 3, donde la ministra de economía, Nadia Calviño, se ha expresado perfectamente en cuanto a lecciones de demagogia. Cuando dice que han tomado medidas para proteger a las personas vulnerables ¿se refiere solo a la prohibición de los familiares y visitas de ir a las residencias (muy oportuna por cierto)?. Además, nos intranquilizaba con mensajes del tipo "vamos a hacer todo lo que haga falta. Hemos tomado muchas medidas para proteger a las personas vulnerables". ¿A qué se refiere exactamente con eso?. Me ha venido a la mente el relato de una buena amiga de Madrid que me ha contado llorando esta misma mañana que su padre ha fallecido de madrugada. El hombre tenía graves problemas de movilidad derivados de un ictus que sufrió hace algunos años; su mujer estaba con él todo el tiempo, como muchas cuidadoras abnegadas de este país; la esposa lo encontró caliente, con fiebre, el lunes por la mañana, y llamó al teléfono habilitado para la ciudadanía en caso del Coronavirus; tardaron horas en cogerle la llamada, pero cuando lo hicieron le prometieron que alguien iría a su casa a ver al enfermo; nadie acudió en 24 horas; el hombre estaba mucho peor y el
martes la mujer acudió al centro de salud, donde encontró a una buena persona, galeno de vocación y profesión, que se desplazó a su casa en cuanto pudo; al llegar solo consiguió decirle que se lo llevara urgente al hospital; cuando llegó entró en el protocolo de Coronavirus y ella no pudo verle al meterle en aislamiento; el miércoles por la mañana pudo entrar a verlo 5 minutos; ya no lo vio nunca más; hoy a las 5 de la mañana la han llamado para decirle que su marido había muerto y que sintiéndolo mucho no podían ir a recoger el cadáver por cuestiones de salud pública. La funeraria ha llamado hace un rato para decirle a la familia que no pueden velarlo, ni enterrarlo. Tienen orden de incinerar a todos los cadáveres que les lleguen ya que hay overbooking de muertos en los tanatorios madrileños; los crematorios no dan abasto. Tampoco pueden acercarse a por las cenizas ya que no saben cuando van a cremar a su padre, aunque les han dicho que no antes de 15 días. ¿a eso se refiere la ministra cuando dice que se hará todo lo que haga falta?
Seguimos con la reflexión.
¿Tenemos la vergüenza de dudar, aunque solo sea interiormente, acerca de si merece la pena atender a las personas mayores que viven en residencias siendo conscientes de que van a morir casi con total seguridad si se contagian del coronavirus?
Sea como sea, la situación es que las residencias de mayores, al menos las de la Región de Murcia, han sido totalmente olvidadas por el sistema público de salud, y por el Servicio Murciano de Salud. También por el Instituto Murciano de Acción Social (IMAS), dependiente de la Consejería de Familias y otros muchos nombres. Quizás este instituto, el IMAS, merece una reflexión aparte. Este instituto sabe y conoce desde hace tiempo los problemas en cuanto a la asistencia sanitaria que actualmente existe en las residencias de mayores, básicamente porque ellos también los tenían en sus centros (pocos, que solo suponen un 15% del total de centros que acogen a personas mayores en Murcia); y digo que los tenían porque ya se los solucionaron, al menos en parte, tras unas conversaciones con el gerente de Servicio Murciano de Salud (curiosa suerte). En cualquier caso, y a pesar del más que evidente "miro para otro lado" del IMAS durante años, en relación a las necesidades sanitarias de los ancianos que viven en las residencias privadas murcianas, que atienden a ancianos murcianos, hemos de recordar digo, que a pesar de todo sus competencias son solo sociales, no sanitarias. El IMAS no cuenta en la actualidad, como si lo hizo ya hace algunos años, con un grupo de técnicos en atención sanitaria en residencias. Uno de los mejores que he conocido y del que aprendí mucho en mis inicios como enfermero geriátrico.
Debemos recordar al pequeño pero muy efectivo equipo que formaban el Doctor Julio López Ambit, ya fallecido, y el maestro de enfermeros geriátricos Don Diego Nicolás Torres. Ambos modernizaron las residencias murcianas en años donde ni estas sabían lo que eran unos pastilleros para medicación. Conforme se jubilaron o se trasladaron de dicho servicio se olvidó de suplirles, y con este gesto el IMAS también se olvidó de las necesidades sanitarias de los ancianos. Y ya se sabe, si no conozco si existen necesidades sanitarias pues eso será que no habrá, ¿no?. Claro, si es que es un Instituto de Acción SOCIAL, no sanitario, gestionado, muy diligentemente, por pedagogas, psicólogas y trabajadoras sociales, técnicas de trinchera, como debe ser. Pero hace tiempo que se quedó muy corto para gestionar de manera integral las necesidades de los mayores en las residencias de Murcia. Han ido pasando gerentes y más gerentes pero los problemas de falta de técnicos que puedan llegar donde hasta hoy no se ha llegado siguen siendo más que patentes y las consecuencias, como estamos pudiendo comprobar, son desastrosas. El IMAS debe actualizarse al ritmo que lo deben hacer sin más demora sus técnicos; debe entrar sangre nueva, más si cabe cuando esta la hay en sus propios centros de mayores, pues tiene excelentes profesionales de la salud en sus centros que deberían estar debidamente representados en los órganos de gestión, en los servicios centrales, en Alonso Espejo. Pero entonces,¿quien debe de orientar sobre las directrices en materia sanitaria?. No somos los únicos que decimos esto. En toda España numerosos colectivos, sociedades científicas y prestigiosos profesionales de la geriatría, como anoche el Doctor Rivera Casado, expresidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, afirmaba que se debe hacer más por los mayores ya que las residencias no son los lugares apropiados para tener a personas gravemente enfermas. Y en el mismo sentido se pronunciaba esta misma mañana en Doctor Miguel Ángel Vázquez, presidente de la Asociación de geriatría de Galicia. No ha podido decirlo más claro: "No podemos dejar abandonados a los mayores".
Ante la grave situación que estamos viviendo nos estamos hartando de pedir ayuda a las Consejerías de Sanidad y Política Social, perdón, de Familias y muchos otros nombres más. Pero parece que insisten en negar la mayor, como ya hizo antes que ellos Fernando Simón a nivel nacional. Hoy mismo el consejero Villegas, afirma que las residencias de Murcia no necesitan más material del que disponen que por cierto es CERO. NO TENEMOS MASCARILLAS NI EQUIPOS DE PROTECCION INDIVIDUAL, como las compañeras de los hospitales, centros ese salud y emergencias. Contemplando como las consejerías arriba señaladas nos han dado la espalda hemos estado intentando comprar el material a otros proveedores pero no nos pueden servir nada por el decreto de alarma sanitaria por el cual el Ministerio de Sanidad les ha requisado todo el material disponible.
La consejera de Familias no se queda atrás. Esta mañana intenta desmarcarse de las declaraciones de otros consejeros de otras comunidades autónomas que han dejado vendidos a los gestores de varias residencias, esas mismas donde iban frecuentemente a hacerse fotos acompañados de "pobres abuelitos" a los que les aseguraban su preocupación y sueño. Para ello, se adelanta a posibles acusaciones afirmando en La Verdad, que en Murcia, en ninguna residencia, hay ancianos que hayan dado positivo. Pero, alma de cántaro, ¿como van a dar positivo si no se están haciendo pruebas a nadie, y menos a los ancianos de las residencias?. Me parece una afirmación irresponsable producto del miedo a salir en la portada del periódico, de la que no se va a escapar, ni mucho menos, dentro de pocos días, cuando el virus empiece a hacer estragos en las residencias. Entonces ya les digo, queridos lectores, que correrán a echarnos la culpa a los de las residencias por no haber actuado con celeridad. Estamos trabajando con procedimientos que estamos elaborando nosotros mismos, con nuestros servicios sanitarios privados, por cierto, porque los de la Sanidad Pública no nos han querido dar ni una sola directriz concreta, bien porque no tenían ni idea o porque no les ha parecido oportuno. Y morirán, claro que morirán los mayores de las residencias si no hacemos algo pronto, mañana mismo porque hoy es festivo para algunos.
En un día como hoy no podemos olvidar a tantos padres, y también a madres que no sabemos si llegarán a celebrar su día en mayo. A su miedo y decepción por el trato que están recibiendo por las administraciones se suma la lejanía impuesta a sus familias. Hijos, e hijas, nietos y nietas que no saben si van a volver a ver nunca más. Este maldito coronavirus les ha arrebatado las caricias y besos de los que más quieren. Un día del padre triste, desangelado, solitario. Debe ser muy duro para ellos saber que es muy probable que muchos no podrán volver a ver a sus familiares. Y todo ello sin haberles dado la oportunidad de luchar.
A nosotros, a los que les cuidamos nos habéis privado de las herramientas mínimas y necesarias para ayudarles a plantar cara al maldito coronavirus. No solo no queréis hacerlo vosotros, los de Sanidad y los de Familia, sino que nos habéis privado de la oportunidad de hacerlo con garantías. A pesar de ello os digo que seguimos luchando junto a ellos, junto a los mayores, y en la lejanía junto a sus familias, mientras las fuerzas nos acompañen, aunque tengamos que doblar los turnos, aunque tengamos que fabricar mascarillas con tela. La dignidad no se gestiona, ni entra dentro de un plan de previsiones ni de costes de una consejería. La dignidad es algo que solo en estos momentos tan duros muestra su cara acompañando y señalando el camino de todos aquellos que queremos servir a los demás, sobre todo a los que menos oportunidades tienen. La muerte vendrá antes de tiempo para muchos mayores si los políticos no nos permiten hacerle frente. Pero cuando llegue no nos sorprenderá, estaremos vestidos de un uniforme que otros nunca podrán comprar: LA DIGNIDAD y LA VOCACION.
Hoy, no siento tanta pena por que mi padre no esté aquí conmigo. Me daría vergüenza decirle que es mejor estar uno muerto que ser despreciado por aquellos que deben protegerte, como les está pasando a los mayores de las residencias.
Posiblemente estemos siendo testigos de una muerte anunciada, la del estúpido y hedonista Estado del Bienestar. Una sociedad que deja atrás a sus mayores JAMAS PODRA LLAMARSE DEL BIENESTAR. Con la muerte de los mayores por falta de atención también morirá el Sistema de Servicios Sociales y la Sanidad para Todos, la de aquellos que defienden lo público como única manera de hacer frente a los problemas, pero para todos los suyos, claro, el resto que se busque la vida.
Descansen en Paz
Es este un día donde, inevitablemente, recuerdo que desde hace 30 años no tengo a nadie a quien besar por su día del padre. En estos días el mío tendría 75 años, más o menos, 7 más que mí madre. Y la verdad es que por primera vez no me ha apenado tanto el hecho de que no estuviera con nosotros. Corren malos tiempos para los mayores de 60 años.
El maldito Coronavirus nos ha recordado de manera extremadamente vil que el hedonismo, los sueños de vidas perfectas basadas en lo superficial no son más que falacias de nuestros sentidos y nuestra mente. Nuestras creencias acerca de la seguridad de nuestros sistemas sociales y sanitarios se han derrumbado en solo unos pocos días. El miedo, el pavor ante la muerte de los seres queridos y la nuestra, empiezan a ser de alguna manera como aquellas sales que antiguamente nos ponían en la nariz para despertarnos tras un vahído o desfallecimiento. Eran muy eficaces pero terriblemente desagradables.
El confinamiento, provocado como medida extraordinaria por nuestro Gobierno, nos da la oportunidad de tener más tiempo que nunca para pensar, reflexionar, detenernos a mirar el mundo en el cual supuestamente "vivimos" nuestra vida. Pero también son días para enfrentarnos a nuestros miedos, para aprender de nuestras propias miserias, que las tenemos. Somos pobres seres mortales, miedosos, temblorosos ante su propia muerte, capaces de lo mejor y de lo peor, a veces alternando estos estados. Cuanto me acuerdo de Albert Camus y esa excelente etnografía sobre la epidemia de peste en Argelia. "La peste" constituye una admirable guía de viaje hasta nuestros más oscuros pensamientos en épocas de confinamiento, y de encierro interior, no solo en relación a los de afuera.
Ya me gustaría decir lo mismo cuando recuerdo que sigo trabajando con personas, profesionales extraordinarios, para cuidar de otras personas terriblemente dependientes, frágiles y vulnerables; también cuando recuerdo a tantas y tantas compañeras que se están dejando la piel en las trincheras, a pie de cama, en hospitales y centros de salud, en emergencias, pero también en residencias de personas mayores. Somos los grandes ignorados, y a veces olvidados. Esta Pandemia fue ignorada, qué duda cabe, cuando todavía podíamos haber hecho mucho más para afrontarla mejor. No puedo evitar recordar las manos enguantadas de algunas ministras portando una pancarta, durante una manifestación multitudinaria que debería haber estado prohibida antes de su inicio hace solo unos días. El riesgo ya era conocido, aunque idiotamente subestimado (espero que la Historia administre justicia al Dr Fernando Simón). Pero bueno, luego todos querrán descargarse de responsabilidades, bien escondiendo hechos más que probados, o bien echándole la culpa al simple ejecutor de órdenes.
Lo que me está quitando el sueño, pero de verdad, es la impotencia profesional y personal al ser consciente de que se está abandonando a los mayores que viven en las residencias a su suerte, ante una hermana muerte sobrecargada de trabajo estos días, pero contenta con el botín conseguido.
Si bien el desconcierto y la deriva organizativa de las administraciones en cuanto a las estrategias a seguir frente al virus son más que patentes, siempre tendremos la excusa de que era un virus desconocido, que nos pilló por sorpresa, o sin capacidad de reacción. Bueno, los delirios comienzan igual, creyéndose uno algo que toma como real y luego lo cuenta como si lo fuera.
Sea lo que fuere, en el caso de los mayores que viven en las residencias lo que se está haciendo desde las administraciones públicas no tiene nombre. Hace semanas que estamos alertando a las autoridades sanitarias y de política social en cuanto a lo extremadamente complejo que resultaría el escenario asistencial de las residencias si no se comenzaba a planificar bien las estrategias a seguir, para prevenir la entrada del "bicho" o bien minimizar las muertes en caso de que entrara en las residencias.
Durante estos días he podido leer varios artículos de periódicos, y ver con enfado y pena muchas tertulias televisivas donde se decía una y otra vez que las personas mayores eran una víctima fácil del SARS-Cov-2, como le dicen los listos, o del coronavirus como le llamamos los que simplemente le tenemos pánico. Es tristísimo contemplar cómo, después de avisar una y otra vez a las autoridades sanitarias y sociales, diciéndoles que no podemos quedarnos sentados a esperar que la muerte se lleve a los mayores de las residencias sin hacer nada, la única respuesta que hemos obtenido es el silencio y el ninguneo. En alguna que otra ocasión incluso hemos percibido el desprecio de algún cargo público para la que visiblemente las personas que trabajamos en las entidades que defendemos los derechos de los mayores y sus familias nos hemos convertido en un incordio. Nos han dejado solos, a los mayores y a quienes les cuidamos.
Es penoso contemplar como las profecías se van cumpliendo. Hace años que venimos avisando que las residencias son recursos sociales, que si bien prestan algún servicio sanitario este no es de tipo asistencial puro, sino de carácter preventivo y básico. Hemos insistido una y otra vez. La última fue hace más de un año, cuando nos sentamos frente (no quiso hacerlo junto a nosotros) al actual gerente del Servicio Murciano de Salud, para pedirle soluciones encaminadas a una verdadera coordinación de instituciones sanitarias y sociales, con el único objetivo de que los mayores murcianos que viven en las residencias no fueran olvidados por el sistema público de salud cuando entran a vivir a una residencia. En ese preciso momento, como imagino que le pasará a alguno/a al leer este artículo, la ignorancia y la incultura campa a sus anchas y aparecen los idiotas que afirman que los ancianos que viven en residencias privadas no deben ser soportados por la administración pública. Pobres cretinos (buscadlo en el diccionario para que nadie se ofenda), os planteo las siguientes preguntas a modo de reflexión:
¿Es que todavía no sabéis que los mayores españoles son ciudadanos de pleno derecho, vivan donde vivan, ya sea hogar público o privado?¿es que obtener una plaza de dependencia se ha convertido en un criterio de discriminación o castigo por estar esa plaza ubicada en una residencia privada? Es bueno que los lectores sepan que las plazas públicas en residencias públicas tienen un coste de casi 5.000 euros por persona y mes, frente a los congelados 1.600 euros que esa misma administración paga a las entidades privadas para gestionar plazas públicas- sería bueno saber qué es lo que tiene que decir sobre esto la gerente del Instituto Murciano de Acción Social, o mejor aún la Consejera de Familias y no sé cuantos nombres más, y sobre la racionalización del gasto público obligadas por ley.
¿No sois conscientes que tienen plenos derechos constitucionales, como ciudadanos españoles, a que el sistema público, que tan dolorosamente ayudaron a construir nuestros abuelos/as, les atienda con las mismas garantías que al reto de españoles?¿Es que la Sanidad, constitucionalmente gratuita y universal, no lo es para los mayores que viven en las residencias, aun sabiendo que la inmensa mayoría cotizaron en miserables cartillas agrarias que tenían que pagarse ellas mismas porque muchos empresarios no querían darles de alta?
La demagogia abunda, tal y como se ha visto esta misma mañana en una entrevista de Susana Griso, en Antena 3, donde la ministra de economía, Nadia Calviño, se ha expresado perfectamente en cuanto a lecciones de demagogia. Cuando dice que han tomado medidas para proteger a las personas vulnerables ¿se refiere solo a la prohibición de los familiares y visitas de ir a las residencias (muy oportuna por cierto)?. Además, nos intranquilizaba con mensajes del tipo "vamos a hacer todo lo que haga falta. Hemos tomado muchas medidas para proteger a las personas vulnerables". ¿A qué se refiere exactamente con eso?. Me ha venido a la mente el relato de una buena amiga de Madrid que me ha contado llorando esta misma mañana que su padre ha fallecido de madrugada. El hombre tenía graves problemas de movilidad derivados de un ictus que sufrió hace algunos años; su mujer estaba con él todo el tiempo, como muchas cuidadoras abnegadas de este país; la esposa lo encontró caliente, con fiebre, el lunes por la mañana, y llamó al teléfono habilitado para la ciudadanía en caso del Coronavirus; tardaron horas en cogerle la llamada, pero cuando lo hicieron le prometieron que alguien iría a su casa a ver al enfermo; nadie acudió en 24 horas; el hombre estaba mucho peor y el
martes la mujer acudió al centro de salud, donde encontró a una buena persona, galeno de vocación y profesión, que se desplazó a su casa en cuanto pudo; al llegar solo consiguió decirle que se lo llevara urgente al hospital; cuando llegó entró en el protocolo de Coronavirus y ella no pudo verle al meterle en aislamiento; el miércoles por la mañana pudo entrar a verlo 5 minutos; ya no lo vio nunca más; hoy a las 5 de la mañana la han llamado para decirle que su marido había muerto y que sintiéndolo mucho no podían ir a recoger el cadáver por cuestiones de salud pública. La funeraria ha llamado hace un rato para decirle a la familia que no pueden velarlo, ni enterrarlo. Tienen orden de incinerar a todos los cadáveres que les lleguen ya que hay overbooking de muertos en los tanatorios madrileños; los crematorios no dan abasto. Tampoco pueden acercarse a por las cenizas ya que no saben cuando van a cremar a su padre, aunque les han dicho que no antes de 15 días. ¿a eso se refiere la ministra cuando dice que se hará todo lo que haga falta?
Seguimos con la reflexión.
¿Tenemos la vergüenza de dudar, aunque solo sea interiormente, acerca de si merece la pena atender a las personas mayores que viven en residencias siendo conscientes de que van a morir casi con total seguridad si se contagian del coronavirus?
Sea como sea, la situación es que las residencias de mayores, al menos las de la Región de Murcia, han sido totalmente olvidadas por el sistema público de salud, y por el Servicio Murciano de Salud. También por el Instituto Murciano de Acción Social (IMAS), dependiente de la Consejería de Familias y otros muchos nombres. Quizás este instituto, el IMAS, merece una reflexión aparte. Este instituto sabe y conoce desde hace tiempo los problemas en cuanto a la asistencia sanitaria que actualmente existe en las residencias de mayores, básicamente porque ellos también los tenían en sus centros (pocos, que solo suponen un 15% del total de centros que acogen a personas mayores en Murcia); y digo que los tenían porque ya se los solucionaron, al menos en parte, tras unas conversaciones con el gerente de Servicio Murciano de Salud (curiosa suerte). En cualquier caso, y a pesar del más que evidente "miro para otro lado" del IMAS durante años, en relación a las necesidades sanitarias de los ancianos que viven en las residencias privadas murcianas, que atienden a ancianos murcianos, hemos de recordar digo, que a pesar de todo sus competencias son solo sociales, no sanitarias. El IMAS no cuenta en la actualidad, como si lo hizo ya hace algunos años, con un grupo de técnicos en atención sanitaria en residencias. Uno de los mejores que he conocido y del que aprendí mucho en mis inicios como enfermero geriátrico.
Debemos recordar al pequeño pero muy efectivo equipo que formaban el Doctor Julio López Ambit, ya fallecido, y el maestro de enfermeros geriátricos Don Diego Nicolás Torres. Ambos modernizaron las residencias murcianas en años donde ni estas sabían lo que eran unos pastilleros para medicación. Conforme se jubilaron o se trasladaron de dicho servicio se olvidó de suplirles, y con este gesto el IMAS también se olvidó de las necesidades sanitarias de los ancianos. Y ya se sabe, si no conozco si existen necesidades sanitarias pues eso será que no habrá, ¿no?. Claro, si es que es un Instituto de Acción SOCIAL, no sanitario, gestionado, muy diligentemente, por pedagogas, psicólogas y trabajadoras sociales, técnicas de trinchera, como debe ser. Pero hace tiempo que se quedó muy corto para gestionar de manera integral las necesidades de los mayores en las residencias de Murcia. Han ido pasando gerentes y más gerentes pero los problemas de falta de técnicos que puedan llegar donde hasta hoy no se ha llegado siguen siendo más que patentes y las consecuencias, como estamos pudiendo comprobar, son desastrosas. El IMAS debe actualizarse al ritmo que lo deben hacer sin más demora sus técnicos; debe entrar sangre nueva, más si cabe cuando esta la hay en sus propios centros de mayores, pues tiene excelentes profesionales de la salud en sus centros que deberían estar debidamente representados en los órganos de gestión, en los servicios centrales, en Alonso Espejo. Pero entonces,¿quien debe de orientar sobre las directrices en materia sanitaria?. No somos los únicos que decimos esto. En toda España numerosos colectivos, sociedades científicas y prestigiosos profesionales de la geriatría, como anoche el Doctor Rivera Casado, expresidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, afirmaba que se debe hacer más por los mayores ya que las residencias no son los lugares apropiados para tener a personas gravemente enfermas. Y en el mismo sentido se pronunciaba esta misma mañana en Doctor Miguel Ángel Vázquez, presidente de la Asociación de geriatría de Galicia. No ha podido decirlo más claro: "No podemos dejar abandonados a los mayores".
Ante la grave situación que estamos viviendo nos estamos hartando de pedir ayuda a las Consejerías de Sanidad y Política Social, perdón, de Familias y muchos otros nombres más. Pero parece que insisten en negar la mayor, como ya hizo antes que ellos Fernando Simón a nivel nacional. Hoy mismo el consejero Villegas, afirma que las residencias de Murcia no necesitan más material del que disponen que por cierto es CERO. NO TENEMOS MASCARILLAS NI EQUIPOS DE PROTECCION INDIVIDUAL, como las compañeras de los hospitales, centros ese salud y emergencias. Contemplando como las consejerías arriba señaladas nos han dado la espalda hemos estado intentando comprar el material a otros proveedores pero no nos pueden servir nada por el decreto de alarma sanitaria por el cual el Ministerio de Sanidad les ha requisado todo el material disponible.
La consejera de Familias no se queda atrás. Esta mañana intenta desmarcarse de las declaraciones de otros consejeros de otras comunidades autónomas que han dejado vendidos a los gestores de varias residencias, esas mismas donde iban frecuentemente a hacerse fotos acompañados de "pobres abuelitos" a los que les aseguraban su preocupación y sueño. Para ello, se adelanta a posibles acusaciones afirmando en La Verdad, que en Murcia, en ninguna residencia, hay ancianos que hayan dado positivo. Pero, alma de cántaro, ¿como van a dar positivo si no se están haciendo pruebas a nadie, y menos a los ancianos de las residencias?. Me parece una afirmación irresponsable producto del miedo a salir en la portada del periódico, de la que no se va a escapar, ni mucho menos, dentro de pocos días, cuando el virus empiece a hacer estragos en las residencias. Entonces ya les digo, queridos lectores, que correrán a echarnos la culpa a los de las residencias por no haber actuado con celeridad. Estamos trabajando con procedimientos que estamos elaborando nosotros mismos, con nuestros servicios sanitarios privados, por cierto, porque los de la Sanidad Pública no nos han querido dar ni una sola directriz concreta, bien porque no tenían ni idea o porque no les ha parecido oportuno. Y morirán, claro que morirán los mayores de las residencias si no hacemos algo pronto, mañana mismo porque hoy es festivo para algunos.
En un día como hoy no podemos olvidar a tantos padres, y también a madres que no sabemos si llegarán a celebrar su día en mayo. A su miedo y decepción por el trato que están recibiendo por las administraciones se suma la lejanía impuesta a sus familias. Hijos, e hijas, nietos y nietas que no saben si van a volver a ver nunca más. Este maldito coronavirus les ha arrebatado las caricias y besos de los que más quieren. Un día del padre triste, desangelado, solitario. Debe ser muy duro para ellos saber que es muy probable que muchos no podrán volver a ver a sus familiares. Y todo ello sin haberles dado la oportunidad de luchar.
A nosotros, a los que les cuidamos nos habéis privado de las herramientas mínimas y necesarias para ayudarles a plantar cara al maldito coronavirus. No solo no queréis hacerlo vosotros, los de Sanidad y los de Familia, sino que nos habéis privado de la oportunidad de hacerlo con garantías. A pesar de ello os digo que seguimos luchando junto a ellos, junto a los mayores, y en la lejanía junto a sus familias, mientras las fuerzas nos acompañen, aunque tengamos que doblar los turnos, aunque tengamos que fabricar mascarillas con tela. La dignidad no se gestiona, ni entra dentro de un plan de previsiones ni de costes de una consejería. La dignidad es algo que solo en estos momentos tan duros muestra su cara acompañando y señalando el camino de todos aquellos que queremos servir a los demás, sobre todo a los que menos oportunidades tienen. La muerte vendrá antes de tiempo para muchos mayores si los políticos no nos permiten hacerle frente. Pero cuando llegue no nos sorprenderá, estaremos vestidos de un uniforme que otros nunca podrán comprar: LA DIGNIDAD y LA VOCACION.
Hoy, no siento tanta pena por que mi padre no esté aquí conmigo. Me daría vergüenza decirle que es mejor estar uno muerto que ser despreciado por aquellos que deben protegerte, como les está pasando a los mayores de las residencias.
Posiblemente estemos siendo testigos de una muerte anunciada, la del estúpido y hedonista Estado del Bienestar. Una sociedad que deja atrás a sus mayores JAMAS PODRA LLAMARSE DEL BIENESTAR. Con la muerte de los mayores por falta de atención también morirá el Sistema de Servicios Sociales y la Sanidad para Todos, la de aquellos que defienden lo público como única manera de hacer frente a los problemas, pero para todos los suyos, claro, el resto que se busque la vida.
Descansen en Paz
Vergonzoso, pero real, si no hacen controles, nunca se sabra cuantos pueden estar afectados, mucho animo Carmelo, me imagino la impotencia que deberas tener, ante esta situación tan delicada y grave, un abrazo
ResponderEliminarFelicidades querido Carmelo , por tu hermosa reflexión, digno de una persona como tú y el gran equipo humano que te acompaña en cada residencia, cuidando ayudando, protegiendo, dando tanto cariño a nuestros mayores, ojalá que tu artículo sea leído por muchas muchas personas y llegue a las autoridades competentes para tomen nota y actúen correctamente, mientras que San José nos proteja y la Virgen interceda para que esto pase pronto en la esperanza de una situación normalizada, que la esperanza se convierta en vida un abrazo virtual fraternal, a ti a todos los que dedican su tiempo a los mayores 💙🥰💚
ResponderEliminarMe parece una auténtica aberración tan sólo el leer o imaginar que a personas mayores de 55 años se les pueda plantear una camuflada eutanasia. Ya no me quedan abuelos vivos por desgracia, pero pienso en los de mis hijos y en su sacrificio desde que fueron niños para poder sobrevivir en su época, y sólo sé que se merecen nuestro respeto y todo el amor que podamos darle hasta que por naturaleza sus cuerpos ya no aguanten y se nos vayan de este mundo, donde seguirán vivos en nuestros corazones, pq es nuestra obligación hacia con ellos, no dejar nunca de recordarlos ni hacer que nuestros hijos olviden qué vivieron, qué consiguieron y qué sacrificaron por las generaciones futuras. Carmelo es una batalla política la que tenemos por delante las personas que día tras día luchamos por nuestros mayores, nuestros dependientes y nuestras personas con alguna discapacidad, pero la unión hace la fuerza, así que aquí nos tienes para luchar sin tregua ni descanso por ellos, por nuestros mayores, por su recuerdo y por su honor. Felicidades por tu blog y a por el próximo paso.
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