Los olvidos del nuevo año

Publicado en La Verdad de Murcia el 8 enero 2022

LOS OLVIDOS DEL NUEVO AÑO



Aunque las actuales fechas nos llevan al “deja vù” navideño tradicional, en esta ocasión no se trata solamente de la llegada de un año más; este viene “omicronado”. Después de meses duros, difíciles y muy estresantes por culpa de esta inagotable pandemia quizás lo que estamos viviendo es otra cosa de mucha más envergadura. Indudablemente estamos inmersos en un cambio de ciclo, de una nueva forma de vernos dentro de esto que llamamos humanidad.

En estos momentos, mientras unos proponen restricciones para evitar brotes masivos otros reducen cuarentenas. Los del Gobierno nacional imponen mascarillas en un entorno legal inexistente y en el que, por cierto, ninguna fuerza de seguridad podrá sancionar con multas por no llevarlas. En tanto que un experto virólogo al otro lado del charco afirma que Omicron es la variante esperada para acabar con la pandemia, otros parecen mirar para otro sitio mientras las nochebuenas y nocheviejas se han convertido impunemente en tardesbuenas y tardesviejas. Unos argumentan visceralmente que hay que ser solidarios con los países subdesarrollados para vacunarles, lo cual apoyo totalmente, mientras se consiente que unos pocos hagan sin pudor alguno el negocio de su vida vendiendo test de antígenos cuatro y cinco veces por encima de su precio en otros países vecinos; con ello se ha vislumbrado una sanidad preventiva de pago aparentemente solo para los de la clase media, cada vez menos media y más precaria.

Entre tanto lío, más propio de la prensa amarilla que de una sociedad seria, hay cosas que están pasando delante de nuestras narices y que la sociedad no está viendo o bien no quiere ver.

Si algo hemos aprendido los sanitarios que hemos estado a pie de cama durante casi dos años luchando para que el Sars-cov2 no arrasara en las residencias es que hay cosas peores que la Covid y es el olvido.

Mientras algunos hablan de agonía pandémica las enfermeras de las residencias seguimos siendo invisibles para la administración sanitaria pública. Siguen sin haber plazas de especialistas en enfermería geriátrica en nuestra región. Después de la bienvenida oleada de solidaridad, más bien producto de la vergüenza y el arrepentimiento de aquellos que nunca atendieron a los enfermos ancianos de las residencias desde la sanidad pública, se ha vuelto al estatus quo que había el doce de marzo de dos mil veinte; bueno, el mismo no sino peor, porque ahora saben que aunque no los atiendan nadie les va a recriminar por ello. Estamos totalmente de acuerdo con que los compañeros de atención primaria están indudablemente saturados y colapsados. Pero los pacientes de las residencias no pueden ni deben pagar esta factura. Ya nadie llama a las residencias para intentar coordinar la atención sanitaria, ni desde los centros de salud, ni de desde los hospitales ni de aquellas comisiones sociosanitarias fiscalizadas políticamente desde la Consejería de Política Social. Una creciente mayoría de operadores y gestores, afortunadamente no todos, siguen sin dar valor a las enfermeras de sus residencias. Pésimos salarios y peores condiciones. Es cierto que es un pescado que se muerde la cola; hasta que no se pague justamente la plaza por parte de la Consejería de Política Social para atender a los mayores a las enfermeras no se las podrá respetar adecuadamente, o eso dicen. En esta ocasión, no lo olvidemos, los únicos perjudicados siguen siendo los mayores, porque las enfermeras continuarán yéndose a otros centros hasta que puedan postular en la dictadura de la bolsa del SMS, y la atención será temporal y por ello precaria.

Tampoco podemos olvidar que por culpa de unos y con la connivencia de otros en el Gobierno regional de nuestra comunidad autónoma aquel sueño que una vez pareció hacerse realidad de la coordinación sociosanitaria se ha desvanecido. Otra vez la atención social y sanitaria a los mayores está volviendo al limbo en el que siempre estuvo. 

Por lo visto mientras que con los ancianos no se puedan conseguir votos, de unos y otros colores, estas personas estarán condenadas al olvido. Recuerde, querido lector, que dentro de unos años usted o sus padres pueden ser uno de ellos.




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