Culpables por amar...
Como bien sabéis la mayoría, desde hace algunos meses he vuelto a mis raíces asistenciales, afortunadamente. Cuanto lo echaba de menos, más de lo que pensaba. Lo que algunos, más bien unos pocos, han visto como un retroceso laboral realmente lo he vivido un gran logro profesional, y personal. En definitiva he vuelto a la vida de enfermero especialista en geriatría, en una residencia, claro, porque en otros ámbitos ni siquiera somos reconocidos. Soy "animal de residencia" y siéndolo me siento humildemente orgulloso y agradecido.
He vuelto a coger el pulso a eso de "el día a día" de los mayores institucionalizados. Ya no soy "jefe", que bien, sino un miembro más de un equipo fantástico y excelente formado por jóvenes compañeras enfermeras como Marta, Estefania, Mirian, Jose, Aurora, Eva, Agueda, Ana Belén, Paula, María, y Clara; algunas de ellas son antiguas alumnas, que hacen que me sienta orgulloso por toda su labor y sobre todo por el arte y profesional con el que lo llevan a cabo. También tengo el honor de planificar cuidados con Fabián, el paciente fisioterapeuta, Piedad y María, las incansables coordinadoras de auxiliares, Mª José, la cariñosa trabajadora social, Alicia, la siempre sonriente psicóloga, Nico e Ignacio, los grandes médicos, y "nuestro" Baquero, el más competente auxiliar de enfermería, el que pone orden en todo.
Papel muy, pero que muy destacado, aunque poco reconocido socialmente, lo tienen en mi nueva vida mis grandísimas compañeras/os auxiliares; mis manos, mis ojos, mis oídos, mi boca, sin los que nada podría realizarse en una residencia; cuanto podremos aprender las enfermeras cada día de ellas. No nos equivoquemos con falsos autorreconocimientos, pues son las auxiliares las que ponen más corazón que nadie en eso tan complicado pero tan bello al mismo tiempo como es CUIDAR de alguien que nos necesita. NO son "lavaculos", como he oído proferir a algunos "compañeras" de otros ámbitos asistenciales sanitarios; ellas son las que realmente ponen el corazón en sus manos, siempre al servicio de los más frágiles y vulnerables.
Ahora, gracias a Dios, he vuelto a sentarme no solo delante de los familiares de los mayores, también a su lado. Primero, cuando llegan nerviosos y compungidos a realizar el ingreso de su padre, madre, abuelos, hermanos, con cara de vergüenza y semblante serio; después, intentando acompañarles en el duro proceso de la "adaptación" a una nueva forma de ver a su familiar más querido, mientras les explicas que no van a estar solos, que vas a estar a su lado para resolverle las posibles dudas. Después de tanto tiempo escribiendo de tantas cosas creo que ha llegado el momento de abrir un nuevo capítulo, el de las familias de los mayores.
La familia en la sociedad: cómo se les ve ahí fuera...
Si bien hay algunos, muy pocos, que no muestran demasiado interés por los mayores, esto debe ser contemplado como una posible consecuencia de relaciones familiares tóxicas previas al ingreso, ya sea por parte de los hijos (hay hijos maltratadores) como por parte de los padres (también hay padres maltratadores, no lo olvidemos).
Las familias en la residencia: cómo se les ve desde dentro
Desde hace unos pocos años vengo acompañando a mayores y sus familias en el duro trago de la nueva vida en la residencia. Debemos facilitar la expresión emocional ante un paso tan duro, radical y complejo en la vida como es el dejar atrás el hogar de toda la vida, con sus objetos más queridos, aquellos que simbolizan las relaciones personales con sus seres queridos durante toda su vida; ¿por cual motivo, si no, tendrían nuestras abuelas esas fotos que tanta vergüenza nos dan, vestidos de primera comunión, sobre el televisor o el aparador del salón?. Para muchos mayores el ingreso en la residencia simboliza el último trámite, la penúltima morada que ocuparán en esta tierra. ¿Es eso culpa de las familias o de las residencias tal que instituciones sociales?, ni mucho menos queridos lectores. Hay situaciones que ocurren porque no puede ser de otra manera sin cambios radicales en la organización social que acoge a las personas, a los mayores y a sus familiares. Es esa misma sociedad, la que critica y tacha de malos hijos a los que llevan a sus padres a una residencia, la que ha dispuesto estas instituciones. Las residencias son el reflejo del interés, o bien el escaso interés, de la sociedad por cuidar a los mayores frágiles y vulnerables.
La adaptación a la vida residencial como duelo social
La culpa forma parte del cortejo de emociones que emanan en dicho proceso de duelo. Las familias se sienten culpables por estar mejor en sus vidas cotidianas sin la persona que les estresaba por tener que cuidarle más allá de sus posibilidades; se sienten culpables por experimentar una más que probable mejoría en su vida personal y laboral tras el ingreso, tal que una autocrítica directa a la calidad del cuidado que le prestó antes de ingresar; las familias también se sienten muy culpables por los síntomas normales del duelo que el familiar mayor experimenta y visibiliza como parte normal del proceso de adaptación en ese duelo social: la tristeza, el llanto, la negación, etc; los hijos se sienten culpables por el remordimiento sentido tras experimentar su propio enfado con los que cuidamos de sus padres cuando estos dicen que ahora somos parte de SU familia. Alguien debería decirles que esos sentimientos y emociones son normales, que expresándolos y sintiéndolos podrán digerirlos poco a poco y con ello su proceso de duelo irá avanzando. Al final, la culpa de las familias no es otra cosa que el precio que suelen pagan por amar a su ser querido.
Las familias NO son los malos de esta película queridos lectores. Son el recordatorio vivo de lo que deberemos hacer nosotros mismos con nuestros padres, madres, abuelas, etc, más temprano que tarde, de aquí a unos pocos años; son la imagen de cuanto sufrirán nuestros hijos cuando deban llevarnos nosotros a una residencia. Eso si para entonces esta sociedad sigue procurando esta mísera atención de beneficencia a nuestros mayores. Toca reflexionar...
Qué grande eres compañero!!!
ResponderEliminarMuy bueno Reflexionemos
ResponderEliminarUn aplauso
Como siempre, querido Carmelo, una reflexión amplia y profunda de nuestra humanidad, y de nuestras heridas. Gracias por alumbrar sombras.
ResponderEliminarMagnífica reflexión Carmelo, como siempre gracias por darme la posibilidad de conocer este mundo. Felicidades por tu regreso!
ResponderEliminarBuenas reflexiones. No hay un malo claro en esta "película". Pero las instituciones son dirigidas por gente con nombres y apellidos, decisores que hablan en nombre de "clamores sociales" que no son tales, olvidando con frecuencia verdaderas necesidades. Y entre ellas, nuestros mayores.
ResponderEliminar