Por culpa de los 87


Cuando me pongo a pensar sobre temas que puedan interesar a los seguidores de este humilde blog, a veces me cuesta trabajo. Pero no porque no haya temas de los que hablar, que los hay. El motivo es el pegajoso pesimismo que a veces impregna mis palabras. Es difícil no ser pesimista cuando observamos el mundo que le ha tocado vivir a nuestros ancianos, nuestros abuelos. 
La literatura científica se colapsa oralmente cuando se trata de defender las investigaciones antienvejecimento: células madre, manipulación genética, etc. También cuando se trata de realzar cierta información, como la no subida de las pensiones o el incremento del gasto sanitario por patologías crónicas, la mayoría propias del envejecimiento (ese que se quiere prolongar, por cierto). Es una total contradicción, a la que nos someten los medios con sus radicalmente opuestas posiciones, perdón, informaciones. Una de estas, de las más recientes, ocurrió hace ya casi un mes. He de reconocer que he intentado dejar pasar tiempo desde que tuve constancia de la misma, por aquello de no actuar "en caliente".
Desgraciadamente, unos ciclistas fueron atropellados hace unas semanas por un conductor, que al parecer no había consumido alcohol, ni drogas. Por lo visto se despistó. Las consecuencias, evidentemente, fueron muy graves, gravísimas: un muerto y varios heridos. Es triste este episodio. Me solidarizo y me entristezco desde este foro con las familias. Pero hasta aquí, todo está claro. Entonces, ¿Qué pretendían los medios de comunicación cuando refirieron que el conductor tenía 87 años?. de hecho, su edad fue remarcada insistentemente en los días que siguieron al accidente. ¿Qué aporta, periodísticamente hablando, saber la edad del conductor?. Supongo que es una información más. Pero, entonces, ¿Porqué no la dicen cuando ocurren accidentes parecidos, y los conductores no son ancianos?.
Esta serie de preguntas abre un debate en torno a la capacidad y la autonomía de nuestros mayores, que llega más lejos que la posesión o no de un carné de conducir. Ahí va mi reflexión.
Desde mi punto de vista, los conductores son los que cometen los accidentes, tengan 87 o 27 años. La cuestión a plantear en este punto es ¿que determina la autonomía de una persona?. Si bien esta cuestión no es baladí, no podemos abordarla por completo en estas pocas líneas. Por ello, nos centraremos en la relacionada con la capacidad de hacer determinados actos. En este sentido, en nuestro país hay diferentes varas de medir ciertas capacidades de los ciudadanos, en función de los fines. Así, en el ámbito sanitario, la mayoría de edad no siempre corresponde a la civil, esto es 18 años, sino que puede rebajarse el límite inferior siempre y cuando el menor de edad evidencia cierta emancipación que demuestre que es capaz de ser consciente de las consecuencias de sus decisiones. Un ejemplo de ello, es el consentimiento informado, ante una operación, por ejemplo. En cambio, esos mismos menores deben esperar hasta los 18 años para poder obtener el carné de conducir. Esto no parece obedecer a una cuestión biológica (madurez del sistema nervioso y del sistema de reflejos neurológicos), ya que todos conocemos casos de amigos que conducían el coche de su padre por la parcela del campo desde los 14 o 16 años. De echo, en Estados Unidos el carné de conducir se puede obtener a los 16, aunque se debe ir acompañado por un adulto durante un tiempo determinado. Entonces, la capacidad parece radicar en una franja de edad indeterminada que evidencia un equilibrio entre la madurez biológica y la consciencia de los actos, esto es la responsabilidad. Al igual que el límite inferior es difícil de acotar, por las cuestiones que ya hemos expuesto, el superior es igual de difícil. Pero, a diferencia de los jóvenes, los mayores ya no tienen unos padres que velan por ayudarles a tomar ciertas decisiones, e incluso imponerles algunas, si la necesidad apremia. El Estado, que somos todos, recordad, parece ser el sustituto de aquellos padres. Pero hay una diferencia abismal. El Estado debe preservar la integridad de todas personas que lo componen. ¿cómo lo hace en el caso de la seguridad vial relacionada con el riesgo inherente a la edad?.
De entrada, debemos recordar que en nuestro país la capacidad de llevar un vehículo se regula mediante la renovación periódica del carné de conducir. Para que esto sea posible, se realiza una revisión médica previa y necesaria a la obtención de la renovación. Llegados a este punto, me pregunto ¿puede un anciano degenerar su capacidad de conducir en semanas o meses?. Pues si no es motivada por un evento concreto, como un accidente cerebrovascular, pérdida de capacidad sensorial repentina, o algo parecido, como lo que le podría ocurrir a otros más jóvenes, no tiene porqué. Es decir, el envejecimiento por sí mismo merma de manera natural y fisiológica las capacidades concretas, como la visión o el oído o incluso los reflejos, pero no de una manera uniforme a todas las personas. Esto nos lleva a preguntarnos, ¿es adecuado el examen médico, cuando las pruebas son las mismas para una persona cuyo sistema nervioso, y sus órganos de los sentidos están intactos, en los mayores de 18 años, que cuando los destinatarios son personas que tienen un riesgo inherente precisamente por haber ido cumpliendo años?. En teoría, el examen podría valer, si las pruebas fueran objetivas. Pero ¿son realmente objetivas?. Aunque levante ampollas esto que voy a decir a continuación, yo afirmo que en las clínicas donde se hacen los reconocimientos médicos no siempre hay garantías de calidad. El Estado marca las normas, pero también debe asegurarse que se cumplen las mismas por todos, los conductores y aquellos que deben certificar las óptimas condiciones para hacerlo.
Volviendo al tema desde el primer párrafo, ¿porqué la noticia, días después del accidente, no fue que el Estado ha intensificado las inspecciones en las clínicas?. La respuesta creo que es más que evidente. Por los mismos motivos por los que cuando hay accidentes, por incorporaciones a las autovías por vías en sentido contrario, solo se dice la edad del conductor cuando este tiene más de 70 años. 
La imagen que transmiten los medios de comunicación acerca de nuestros mayores es de decrepitud, de inutilidad. Dejan sembrada la semilla de la radicalidad en las almas de los oyentes o telespectadores. "Hay que retirar los carnés de conducir a los mayores", es una frase que se suele oír en el metro, o en la cafetería cuando se habla de estas noticias días después. En nuestro caso, el del accidente de los ciclistas, los medios de comunicación se posicionaron respecto a la causa del accidente, a priori, sin saber nada de los resultados del peritaje de la Guardia Civil. Para estos, las causas no fueron ni un desmayo que pudiera sufrir el anciano, o que se deslumbrara con el sol, o que alguien le llamara al móvil mientras conducía, por poner algunos ejemplos. Por lo visto, para los medios, la causa del accidente fue el tener 87 años, sin más.
Nuestros mayores, por lo visto, son capaces de quedarse con nuestros hijos, darles medicamentos, dejarles en el colegio, ir incluso a algunas reuniones de padres, llevarles al médico para contarle lo que les pasa y decirles después a sus hijos qué tienen que hacer. En cambio, por lo visto, por ser mayores no son capaces de conducir. Esto es lo que nos dicen los medios.
Para que luego mi gran amigo Juanjo no me diga que debo ser constructivo, voy a hacer una serie de aportaciones a modo de sugerencias.
En primer lugar, hay que visibilizar ciertas situaciones, tratando a los mayores como lo que son, mayores. Se debe sensibilizar a los mayores de una manera constructiva, no nihilista, acerca de que ciertas capacidades pueden estar mermándose, y deben ser conscientes que obviar estas puede causar graves consecuencias. Esto es lo que se hace también con los conductores más jóvenes, frente al consumo de alcohol, o drogas, o los excesos de velocidad, por ejemplo. A veces, por experiencia propia, el los pueblos no se para al mayor que conduce una moto sin casco, por aquello de "si para lo que coge moto, solo de su casa al huerto…". Este estereotipo abandona al mayor conductor a una interpretación por su cuenta de ciertas normas. si hay campañas de tráfico para concienciar del uso del casco o del cinturón, estas deben extenderse a todas las personas, mayores incluidas.
También hay que regular, de manera científica, es decir, rigurosa, las pruebas a realizar a partir de cierta edad. Esto nos ampliará el espectro de seguridad por tener en cuenta la especificidad biológica del mayor. Del mismo modo, la carga de la renovación no puede caer en el test en sí mismo. Se debe aumentar desde el Estado, y mediante regulaciones específicas, el número de controles e inspecciones a las clínicas que hacen los exámenes médicos previos a la renovación de los carnés, así como a los profesionales que los hacen: médicos y psicólogos. Deben estar formados para captar los cambios más a menos sutiles de los mayores, si estos finalmente se dan, y pudieran ser potencial fuente de accidentes.
Para concluir, los criterios de transparencia e igualdad, que tanto impregnan los discursos de los políticos, se deben concretar en regulaciones que prohiban la parcialidad a la hora de referirse a determinados grupos de edad como es el de las personas mayores. Esto ya se hizo con el sector de menores, e incluso a la hora de dirigirse a los "supuestos" acusados de un delito. No podemos tolerar los juicios paralelos en un plato de televisión o en un estudio de radio. Menos todavía cuando se trata de preservar la dignidad de un grupo tan respetable, aunque no respetado, como es el de las personas mayores.
Ahí queda eso….

Comentarios

  1. Mercedes Murias Millán18 de abril de 2016, 12:43

    Pues yo también estoy de acuerdo Carmelo, y además aprovecho para alentarte a seguir plasmando tus reflexiones, a las que les noto ese toque pesimista al que te refieres, también creo que es bueno pensar de vez en cuando en como se plantea la sociedad la visión de las personas mayores. Y además, remontas y planteas soluciones. Como siempre...

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