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Recuerdo de una amiga

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Hay ocasiones en las que me pregunto qué extraño misterio alumbra esa humana capacidad que tenemos las personas de sorprendernos, a veces, ante lo inminente y cotidiano. La realidad nos rodea cual escenario de una trascendental novela, nuestra vida, invisible como el aire que respiramos. La mirada de un niño es el mejor ejemplo de ello. Me sigo emocionando al contemplar como los pequeños humanos reaccionan ante lo que les rodea, con franqueza, con total transparencia y sinceridad; lo que les causa miedo les hace llorar, al igual que las risas parten de la alegría. Las relaciones con los demás, y las circunstancias que más tarde rodean nuestra vida terminan por transformarla. Conforme vamos creciendo sustituimos esas emociones, primarias de manera natural, por otras artificiales derivadas de imaginaciones, construcciones cognitivas para defendernos del miedo, de la decepción, de la tensión relacional. Conforme vamos haciéndonos “hombres” y “mujeres”, dejando atrás nuestra infancia,...

Y la culpa la tuvo la sonda

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Hace un par de semanas tuve la enorme suerte de poder cerrar el programa de unas inminentes jornadas en Murcia que, sobre ética y final de vida, ha organizado la asociación para la que trabajo. Precisamente, uno de los temas más relevantes (todos son importantes) que se abordarán es el de la nutrición e hidratación en personas frágiles, concretamente las personas mayores. Curiosa circunstancia esta ya que no hace muchos días pude leer un excelente artículo de Ana Alfageme, en El País (1), que me ha venido que ni pintado para hablar de este tema, sin necesidad de esperar a noviembre, que será cuando celebraremos las jornadas.  Tras la lectura reiterada solo del titular se desprende una especie de pseudo-mantra que reza: “Alzheimer: No hay que alimentar con sonda”. Desde el punto de vista del profesional, el artículo no aporta ni una sola evidencia científica que soporte dicho lema (a los que piensen a partir de este momento que soy un intransigente les recomiendo leer esta en...

Fabricantes de recuerdos

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Este es mi último fin de semana de vacaciones. Sí, señores, en breve volveré a conectar el teléfono (es una forma de hablar, claro, porque ya solo me falta ponerle nombre al aparatejo con el que ensayo como sería la vida con un marcapasos), y a estar dispuesto para intentar resolver cuantas cuestiones, marrones y fuegos vayan saliendo, y poniendo, a mi paso, cual juego de arcade de los de mi época (de los de ahora ni los nombro, mira). Pero, contrariamente a como se supone que debería sentirme, me encuentro muy animado, la verdad. Para algunas personas la vuelta a la vida laboral se convierte en una pesadilla, hasta el punto de digerir todos los post de los amigos filósofos-meapilas del Facebook, Instagram, entre otras, y cada uno de los mensajes en cadena de whatsapp. La temática siempre es la misma: recomiendan tal o cual cosa, para poder hacer frente a la “depresión post-vacacional” (lo que es deprimente es que se tomen tan en broma algo tan serio como una depresión), de ...