Recuerdo de una amiga

Hay ocasiones en las que me pregunto qué extraño misterio alumbra esa humana capacidad que tenemos las personas de sorprendernos, a veces, ante lo inminente y cotidiano. La realidad nos rodea cual escenario de una trascendental novela, nuestra vida, invisible como el aire que respiramos. La mirada de un niño es el mejor ejemplo de ello. Me sigo emocionando al contemplar como los pequeños humanos reaccionan ante lo que les rodea, con franqueza, con total transparencia y sinceridad; lo que les causa miedo les hace llorar, al igual que las risas parten de la alegría. Las relaciones con los demás, y las circunstancias que más tarde rodean nuestra vida terminan por transformarla. Conforme vamos creciendo sustituimos esas emociones, primarias de manera natural, por otras artificiales derivadas de imaginaciones, construcciones cognitivas para defendernos del miedo, de la decepción, de la tensión relacional. Conforme vamos haciéndonos “hombres” y “mujeres”, dejando atrás nuestra infancia,...