Mentiras navideñas

Audrey y Herbert Goodine
Durante estos días tan señalados parece que de lo único que se debe hablar es de fraternidad, de buenos sentimientos y grandes deseos. Pero desgraciadamente no es así. Nos llegan noticias preocupantes de varios puntos del planeta que nos recuerdan que vivimos en una situación inestable de manera constante. Como seres humanos deseamos vivir en paz en un régimen gregario al que estamos sentenciados por la Evolución. Pero esto no siempre es posible, por no decir que casi en la mayoría de las ocasiones es imposible.

Esta inestabilidad afecta a todos los países y culturas, a todas las franjas de edad, y a todo tipo de economía. El mismo desarrollo económico que nos hace pensar a unos en un avance cultural, a otros les afecta de manera terrible, ya sea en el ámbito de una comarca, un país, un continente o el planeta. Herbert y Audrey Goodine lo han podido vivir en sus propias carnes en vísperas de Navidad. Ellos son dos personas mayores que hasta hace unos días vivían juntos en una residencia de EEUU; es este centro uno de los tantos que se han especializado en la atención de los mayores. Tan especializada que a veces atender a unos supone la exclusión de otros. Esto es lo que les ha pasado a ellos; Herbert ha sido trasladado a otra residencia porque su cuadro de dependencia funcional era tal que en la que estaba viviendo ya no podía ser atendido "con garantías". Esta situación es terrible. Dos personas que llevan años, más de media vida, juntos y en la última curva de su camino uno de ellos es desplazado. La hija de ambos ha iniciado una campaña en internet, a través de la redes sociales, que espero llegue a buen puerto y haga recapacitar a los geniales causantes de esta situación. Comentarios de todo tipo de calibre verbal son testimonios del impacto que la inhumanidad, la inmoralidad de separar a dos personas que se quieren, se aman y se necesitan ha causado. ¿Quien se cree que la causa era por mejorar la atención?. La causa más probable era el ajuste de costes asociados a la atención. Cuesta más dinero atender a personas más dependientes en comparación con aquellas que no viven esta situación funcional.

Pero, ¿es esta situación anecdótica?. No, ni mucho menos. Desde mi punto de vista es un caso que hasta ahora no era muy conocido porque en nuestro país las residencias "pensadas" para personas con una mínima dependencia funcional son escasas y muy caras. Por este motivo los gestores de las mismas no suelen ser muy proclives a "echar" a un residente porque ha empeorado su dependencia funcional. Supondría dejar de ingresar mucho dinero, en algunos casos hasta 3.500-4.000 euros. Pero, ¿podría darse el caso?. Por supuesto que si. Hasta el nacimiento de la Ley 39/2006, nuestra denostada Ley de Dependencia, mal querida por muchos por la ideología que la parió, en los Servicios de Estancias Diurnas de personas mayores el director podía solicitar el cese de la condición de un usuario si este  presentaba enfermedad infecto contagiosa crónica (hepatitis C, Sida, por ejemplo) o incontinencia urinaria habitual; también lo "echaban" si presentaba problemas de comportamiento que afectara la normal convivencia del grupo, como alucinaciones en el caso de una persona con demencia, por ejemplo.

En nuestro país, como consecuencia del envejecimiento de la dependencia (no solo de las personas) y de la política transversal de los planes gerontológicos del INSERSO, a los que se añadieron los efectos de la Ley de Dependencia, apareció un perfil de usuario en las residencias y los servicios de estancias diurnas altamente dependiente, o muy asistido, como se decía antes de la Ley 39/2006. Si bien es cierto que estas iniciativas dieron cobertura asistencial a muchas personas mayores con grandes problemas de dependencia funcional y psicosocial, no es menos cierto que paralelamente dejaron fuera del sistema a muchas personas mayores precisamente por estar mejor funcionalmente. Es la paradoja de las plazas públicas en nuestro país. Esta situación ha provocado que cuando algunas personas mayores que han ingresado en residencias, ya sean públicas o con plazas concertadas con la Administración, por motivos exclusivamente sociales (no cabe otra causa, realmente), estas se encuentren desplazadas, marginadas, dentro de una residencia donde la mayoría están mucho peor.

Charles Durrett
Por este motivo, principalmente, a finales del siglo XX se iniciaron movimientos sociales de carácter exclusivamente privado que buscaban dar respuesta a personas mayores que buscaban compañía, huyendo de la soledad. A nivel internacional Charles Durrett creó el cohousing. De manera simple, es un concepto de vida en común que requiere un esfuerzo de las personas para perder su condición individual; bajo este paraguas conceptual del co-housing lo mío es tuyo y lo tuyo mío, incluido el tiempo y el espacio. Tuve el honor de escuchar a Durrett defendiendo su modelo en una charla en el INSERSO en el año 2015 ó 2016, creo. La cuestión es que para poder formar parte de esta exclusiva iniciativa hacía falta desembolsar muchísimo dinero en esta especie de cooperativa. No podemos obviar que Durrett es arquitecto y que su proyecto de convivencia no es nada sin promoción urbanística de residenciales, de viviendas con un diseño especial, el suyo; si no es su diseño al parecer ya no es co-housing. En nuestro país, de una manera muy casera, admirablemente casera, aparecieron algunas iniciativas desde lo privado que principalmente eran, son, cooperativas donde los cooperativistas son los propios residentes, y son ellos los que deciden como quieren ser cuidados. En todas estas formas de vivir destacan los programas de ejercicio físico adaptado, los programas de senderismo, los clubs de lectura, los talleres de relajación, los menús de restaurante de tres tenedores, etc. Todas estas iniciativas, la de Durrett y las de nuestro país, tienen un único punto flaco, casi transparente, pero que ha ido agrandándose con los años y por donde están desinflándose de una manera pasmosa: la progresiva dependencia funcional de los usuarios.

Boceto de Durrett de un modelo de convivencia según el Co-Housing

Cuando preguntamos a los vocales de estas iniciativas cómo lo hacían cuando una persona mayor, un cooperativista, sufría un evento agudo (accidente vasculocerebral, por ejemplo) o crónico (demencia, por ejemplo), que provocaba un aumento de las necesidades a cubrir y una especialización de los cuidados, diferentes a los que habitualmente ofrecían, la respuesta fue rotunda: se les invitaba a irse de la comuna; para ser justos hay que añadir que en nuestro país nos dijeron que se les invitaba a irse cuando el número de nuevos dependientes superaba el 18% que era lo que ellos entendían era el porcentaje de grandes dependientes de los mayores de 65 años en la sociedad española. Esto no es tan diferente a lo que les ha pasado a los Goodine de EEUU. Como su homólogo en biología, la alta especialización (en este caso de personas muy dependientes, por un lado, y no dependientes, por otro) supone una segregación. A este respecto, hay diferentes puntos de vista: los detractores, los defensores y los eclécticos (estos son los peores, porque quieren quedar bien siempre).

La cuestión es empezar a hacernos eco de esta situación. Ya sea el caso una persona no dependiente funcionalmente en una residencia especializada en grandes dependientes, o el caso contrario, es decir, el gran dependiente rodeado de personas menos dependientes, debemos estar muy atentos. La línea que conceptualmente separa la segregación de la discriminación es muy fina y está muy poco definida en las normativas legales. La única lupa que nos permite discernir mejor los límites es la Ética asistencial, y su instrumento microsocial, esto es la moral. No podemos hablar de especialización cuando pretendemos ajustar los costes de la atención. En ese caso debemos saber que hemos dejado de ser sociales para convertirnos en mercantiles puros. Las personas, en ese caso, dejan de serlo para convertirse en medios de enriquecimiento, justo lo contrario que defendía Kant al hablar de la Ética.

Estamos en Navidad. En estos días más si cabe no podemos permitir que lo que les ha pasado a los Goodine de EEUU les siga pasando a nuestros mayores, que es el prólogo de lo que nos pasará a nosotros en un futuro nada lejano. Recordemos esto cuando brindemos con el cava, o la sidra.

Feliz Año 2018 amig@s y fieles seguidores de este blog.

Comentarios

  1. Una vez más, queda de manifiesto la eterna reflexión entre el equilibrio de la ética y la moral. Los grandes pensadores de la historia de la civilización, han reflejado, la acción del hombre a lo largo de su evolución, demostrando que el ser humano es capaz de alcanzar grandes logros y provocar la crecida de diferentes estados de inestabilidad en convivencia con sus congéneres. La explicación a este hecho de carácter periódico, viene dado por la acción del ser humano, desarrollado en un mundo evolutivo carente de altruismo, sectorizado en grupos en función a su carencia de valores y crecientes instintos de supervivencia animal, donde el que no se adapta, queda en manos del azar, y aislado de sus congéneres, por ser considerado no útil o poco rentable para el grupo. Olvidando que la experiencia del pasado, es la base del presente y la convivencia de un buen futuro.

    Este hecho relatado, por el autor, es el fiel reflejo del olvido de nuestro pasado,donde el cuidado del semejante siempre ha sido el valor de la supervivencia de la especie.

    El anciano ha representado la sabiduría y el transmisor del buen hacer para un próspero futuro.

    Estos principios son los que rigen la naturaleza y al ser humano, de su equilibrio dependerá una convivencia fructífera o una penosa
    relación periódica. Destacando siempre la posibilidad de poder elegir nuestro futuro.


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