Quien siembra vientos...

Recogerás tempestades. Esto es lo que suele decirse cuando queremos aludir a aquella milenaria lección que nos advierte de los peligros de desviarse del camino recto. La Ética es el recto camino, la recta razón. Y precisamente esto, el proceder ético lo que se ha visto en evidencia en los profesionales sanitarios de Holanda.
Hace unos días salía en un periódico de tirada nacional una noticia que nos asustó a aquellos que nos gusta trabajar con cierta manía por la autocrítica. Un médico de Holanda estaba siendo investigado por, presuntamente, haber sometido a una paciente a un proceso de eutanasia sin su consentimiento. La noticia nos habla de las circunstancias concretas en las que se da tal atrocidad auqnue creo que hay que quedarse con tres términos: médico, voluntad y eutanasia (http://www.elmundo.es/sociedad/2017/09/28/59cd2bc022601d2b5b8b4591.html).

La ley de eutanasia en Holanda nació, como otras actualmente, en nuestra Europa postilustrada y buscadora de nuevas ideas, aunque se está viendo que no son más que viejas y rancias equivocaciones que no fueron lo suficientemente contundentes en sus tiempos.

Por lo visto el médico saltándose su juramento hipocrático decidió someter a un supuesto suicidio asistido a una paciente que según algunos testigos se estuvo arrepintiendo de su decisión en numerosas ocasiones, alternándolas con reafirmaciones de su decisión. Como poco este tipo de comportamientos debe ser objeto de exclusión del proceso de suicidio asistido ya que una de sus premisas es que el estado mental del paciente esté debidamente intacto en el momento de la solicitud y que se reafirme sin dudas la misma con posterioridad. Esto no podía ser así, porque la paciente tenía un historial de problemas mentales.

Además la persona tenía 74 años, es decir, de las del grupo de aquellas que en numerosas ocasiones son objeto de críticas por el mero hecho de existir por lo que consumen de medicamentos, o recursos sociales, o simplemente por la competencia leonina que significan con otros perceptores de prestaciones más jóvenes, esto es las pensiones versus subsidio de desempleo, entre otras.

Persona mayor y además con problemas mentales. No es de extrañar que hayan profesionales que sin base ética alguna en su proceder supongan que no existen motivos para que sigan compitiendo en la vida con otras mucho más válidos, los jóvenes y los no enfermos.

Las preguntas que es inevitable hacerse llegado este caso son: ¿Es el único caso que ha pasado o está pasando? ¿Cuantos profesionales como el del artículo habrán en la Sanidad Holandesa campando a sus anchas? y ¿qué puede hacerse entonces?.

A las dos primeras preguntas solo podemos responder con conjeturas, ya que no sabemos si en la normativa holandesa se ha contemplado la posibilidad de la voluntad unilateral de un facultativo de someter a un paciente a un "suicidio asistido" (??); esperamos que no. Pero, tampoco olvidar que no hace mucho la franja de edad por el límite inferior para poder practicar la eutanasia era menor de 12 años, en aquellos casos donde los padres decidieran someter a la muerte a un hijo por "piedad". Este término, piedad, me lleva a respuesta de la tercera pregunta. Resulta paradójico, cuando no relativista, como los mismos que eluden el discurso moral y ético, evitando actuaciones subjetivas, basadas en principios morales como la "piedad", aludan a ella precisamente para justificar ciertas actuaciones. Pues desde mi punto de vista, esta Piedad es aquella que aglutina conceptos como la beneficencia o como poco la no maleficencia, tan esgrimidas por otros, todo sea dicho, para justificar cualquier procedimiento clínico. Esta piedad es a la que nos agarramos los que nos decantamos por una ética personalista frente a la cientificista, biologicista, o lo que es lo mismo la "ética" utilitarista, inmediata en sus planteamientos y en sus consecuencias.

Esto que ha pasado no es más que lo ya anunciado por el sentido común, aunque razonado previamente, de la ética. No se puede extrapolar un sentimiento, una emoción, al compendio axiológico de la ética, y su hija procedimental: la moral. El dolor, el sufrimiento son reales y nos acompañan como también nos acompañan la diversión y la felicidad. Son las dos caras de la misma moneda, esto es, la existencia humana. Anular con una ley lo dispuesto por nuestra propia condición humana es un error categórico. Hay que luchar por eliminar, paliar, retrasar y aplacar el sufrimiento. Pero no puede hacerse con los mismos principios morales y éticos que los que se utilizan para promocionar lo contrario; no se pude decir "lo he matado por amor", porque en sí misma esta es una contradicción de primer grado. Matar no es la solución nunca. Para eso no nos formamos en las universidades y en la vida. Para eso no nos desvelamos buscando salidas humanas al sufrimiento. Matar es rendirse a nuestras propias limitaciones.

Lo que ha pasado en Holanda se veía venir que iba a pasar. Es tan sencillo de entender, como difícil de justificar de manera argumentada: en un momento dado un médico ha puesto por delante de su compromiso con la Humanidad la convicción personal, e individual, de que hay estados, mentales, neurológicos o de senilidad que hacen menos personas a las personas; y que por estos estados hay personas que ya no merecen vivir.

Esto no es humano. Esto nos debe hacer pensar acerca de si estamos sembrando vientos...

Comentarios

  1. Un acertado ejercicio de reflexión, que pone de manifiesto la necesidad del ser humano, en mantener el equilibrio entre la ética y la moral. Cuando este equilibrio desaparece, nos muestra las atrocidades de las que el ser humano es capaz, llegando a poder arrebatar la vida a otro semejante.


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