Impasibles…y cómplices

Buenas noches queridas/os amigas/os. Me alegra estar de nuevo en contacto con todos, a pesar del tema que me gustaría tratar esta noche. Las semanas precedentes me han llenado de ideas para ir debatiendo, si queréis en este foro, que enriquecéis con vuestros comentarios formales, y con los que luego me hacéis llegar por correos privados.

En primer lugar me preocupó la presentación en el Registro del Congreso de los Diputados una propuesta de un partido determinado, a modo de nueva batalla en esta guerra que se ha eternizado y que enfrenta a los soldados de la pro-eutanasia y a los de la anti-eutanasia. Interesante y "fácil" de abordar su discusión pues el documento presentado es parco, al menos en apariencia, en argumentos de peso, y prolijo en contradicciones y usos contradictorios e imprecisos de terminología especial en el terreno de la ética asistencial y por ende en el de la bioética.

Pero a pesar de este estimulante reto, otras noticias me han urgido a abordar otras cuestiones de las que considero que debemos hacernos eco de una manera inevitable e imperiosa. Desde hace unas tres semanas, día arriba, día abajo,  los medios de comunicación, esos grandes aliados nuestros en conocer atrocidades, se hacían eco de dos sucesos de la misma etiología, al menos aparentemente: la violencia machista. Lo que me llamó la atención de una manera marcadamente atónita fue saber que ambos sucesos habían sido protagonizados por parejas de personas mayores. Uno en una residencia en Alicante. El otro en la también preciosa ciudad de Badajoz. Cada uno tiene su miga, sus sombras más que luces, su moraleja, al fin.

El caso de Alicante, lo protagonizaron dos mayores, pareja desde hace años que estaban viviendo en una residencia. Un día, el marido asesinó cobardemente a su esposa. Uno de los problemas que tiene la detección, y posible abordaje, de la violencia machista en el domicilio es el anonimato; en la casa nadie salvo la pareja es conocedora de la terrible situación que la víctima sufre constantemente como fruto del acoso y derribo por parte de su "amante esposo", asesino en potencia y maltratador en acto. Es difícil, muy difícil apreciar signos claros de este maltrato. La técnica de tortura ha sido mejorada por el cobarde marido con los años. Del moretón en el pómulo, fruto del último puñetazo, difícil de tapar con maquillaje, ya ha pasado al pellizco o quemadura con cigarrillo en los pechos, donde nadie puede ver las huellas de tan cobarde "trato". Cuando en el entorno más inmediato del domicilio donde se produce el maltrato se sabe que pasa algo, posiblemente es cuando la policía judicial auxiliada por los operarios de la funeraria sacan el cadáver enfundado en el tétrico traje de novia plástico con el que se ha desposado con la muerte, y liberado al menos del demonio que la había torturado cruelmente. "Parecían una pareja muy feliz", dicen unos; "él la mimaba mucho…" dicen otras; otros también dicen "no se… había algo en la mirada de él, que no dejaba de darme miedo…". Digan lo que digan, ahora son solo chismes de portería. Ahora ella, ya está muerta. Si, libre al menos de su Himmler particular, pero muerta. Explicado esto así, después de años de sofisticación en técnicas de tortura, hace prácticamente imposible que la mayor parte de estos casos de maltrato sea detectado con tiempo suficiente. Pero en el caso de Alicante, la convivencia se hacía en una residencia. Y si hay un lugar donde el anonimato desaparezca es en una residencia. Nos pasamos horas eternas hablando y debatiendo de la falta de intimidad que existe todavía en estos lugares y ahora resulta que NADIE, repito, nadie, ni vio, ni oyó ni sospechó nada raro al respecto. Lo siento pero no meló creo señores. El motivo me lo ha dado la exposición del segundo caso, el de Badajoz, que ahora les paso a contar.

En Badajoz, un señor ha asestado varias puñaladas, "presuntamente" (no se bien si poner que me aterra o que me repugna…esta palabra) a su mujer, ambos mayores. Tras los gritos de desconsuelo, y de vergüenza de la familia, hijos básicamente, ha llegado el momento de las explicaciones y de las exhortaciones. Por lo visto los hijos han pedido que no se hable de violencia machista en el triste suceso  ocurrido entre sus padres. Con el debido respeto, el máximo que puedo, se lo prometo, esto que he podido saber, también por la prensa, me ha hecho pensar si al final lo mismo la pobre señora se cayó varias veces sobre el cuchillo que llevaba su esposo con la punta hacia arriba. Eso debió ser al final … un accidente. He aquí el gran motivo que explica la reacción de estos hijos, propia del proceso normal del duelo en su primer estadio, recordemos que es la negación, pero también, sin duelo por medio de la reacción de los vecinos y amigos de la pareja de Alicante. Esta reacción es la normalización e incluso la interiorización de modos de ver a la pareja, la formada por otras personas por lo visto. Entendemos, que no es lo mismo que compartir, que las mujeres mayores de hoy nacieron y se educaron en un sistema legal, el regulado por el antiquísimo Código Civil de la dictadura (y que por cierto venía así desde finales del XIX pasando por plena II República), que las anulaba y las dejaba a merced de sus padres primero y de sus maridos después, contemplándolas como pobres "tontas" que no son capaces de gobernarse a sí mismas; les recuerdo que hasta los años 60-70 del reciente siglo XX la mayoría de edad para las mujeres era a los 21 mientras que para los hombres era a los 18. Pero el hecho de que se  produjera en serie femenino-tipos de mujeres maltratadas, ya sea potencialmente o en acto, no exime a nadie de asquearse ante su normalización en la actualidad. ¿es normal que nuestro abuelo le pegue a nuestra abuela?, o ¿es normal que la llame tonta, imbécil o inútil de mierda?. Yo NO lo veo normal, de corazón.

Por esto, cuando nos rasgamos las vestiduras, y con razón, cada vez que sale en prensa la triste noticia, mucho más de lo que debiera, del asesinato de una mujer, joven, por su pareja, también joven, parece que no recordamos que la señora Orantes era ya mayor y fue quemada viva por su marido después de que esta denunciara más de 40 años de palizas y sinsabores por parte de su "amado esposo" en un programa de televisión. La quemó por denunciar, y por ello, se convirtió ya muerta en estandarte del nuevo movimiento de denuncia y legislación contra la violencia de género primero y machista después.
Por esto, digo, no entiendo porqué son tan pocas las denuncias que se hacen de maltrato en el seno de la familia formada por personas mayores.

Hay que abordar esta situación, y hay que abordarla desde todas las instituciones. Aprendamos del sector infantil. Cuando un niño llega a la puerta de urgencias de un hospital, aunque sea por unos molestos mocos con febrícula, como el médico que le atiende vea algún cardenal en sus piernas, un poco más raro de lo normal, se ponen en marcha todos los protocolos. La trabajadora social no tarda ni un segundo en aparecer en urgencias, y los padres son cuatelarmente separados del niño por mucho que este último llore buscando a su mamá o papá. Y esto hasta que se haya aclarado todo, pero todo.
En cambio, cuando se trata de mayores parece que pasa lo contrario. Parece que las alarmas han perdido su natural fuerza, para acomodarse en un "son así de toda la vida". No hay otra explicación posible aunque ilógica en los casos expuestos hoy. En el primero, las residencias deben aprender a reconocer el maltrato y a abordarlo, por supuesto. ¿que nadie se percató en la residencia de que este señor la maltrataba? No me lo creo; lo que si me creo es que llegaran a verlo como "normal". Si los hijos e hijas que han llevado años viviendo con ellos no dicen nada, ¿porqué vamos a decirlo nosotros?. Esto debe cambiar. Hijos e hijas que llevan años viviendo el infierno del maltrato marital de sus progenitores han sido capaces de "normalizarlo"como mecanismo de defensa. Esto no nos exime a nosotros de intervenir. Los cuidadores, directores, personal sanitario y social, somos los soldados que deben luchar por la integridad de nuestros mayores.

Cuando tengamos dudas o pensemos que no es para tanto dejados llevar por el calor de la convivencia, pensemos en ese calor también que desprendió el cuerpo quemado de Ana Orantes, la primera valiente de este país de otras muchas que la siguieron y que la siguen.

Ahí queda eso…

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