La luz del amanecer

La sabiduría viene investida de humildad. Cada vez lo veo más claro. Por eso, es tan inaccesible para los prepotentes y los soberbios. Quizás por eso, es tan difícil intuirla entre los más poderosos, salvo excepciones.
Durante estos últimos días se ha celebrado en Murcia un Congreso Internacional de Gerontología donde han confluido expertos de todo el país y de parte de Europa, y asistentes de todo el mundo. Por allí, entre las gentes ávidas de conocimiento estaban entremezcladas algunas personas sabias. Iban vestidos como el resto. No llevaban chófer oficial. Tampoco había que citar varios cargos antes de decir su nombre. Eran ellos, sin más calificativos.

Cuando muchos estábamos intentando conocer las últimas tendencias acerca de tratamientos médicos o abordajes sociales de los problemas de los mayores, ellos estaban en silencio, mezclados con la gente, hablando con los unos y con los otros. Si bien es cierto que hubieron varios, me gustaría reservar este espacio para dos de ellos a los que reconozco que profeso no poca admiración: el padre Angel, de Mensajeros de la Paz, y José Carlos Bermejo, padre de la orden de los Camilos.

El padre Angel hizo sencillo, en la inauguración oficial del Congreso, el mensaje humanista que él humildemente pone en boca de Su Santidad en Papa Francisco. Pero los que le conocemos, por suerte, desde hace algunos años, sabemos que esas palabras han sido incubadas y alimentadas dentro de su propio corazón, más allá de la inspiración vaticana. Son alegatos al amor hacia el otro, tenga la condición humana que tenga, ya sea rico o pobre, joven o rico, heterosexual u homosexual, español con papeles o refugiado sin papeles y sin vida. En nuestro entorno inmediato, de atención a nuestros mayores, estas palabras no pueden ser más oportunas. Por un lado, parece ser que la mentalidad abierta y a favor del hombre es patrimonio exclusivo de ciertas ideologías políticas, lo cual queda demostrado que no es cierto. Por otro lado, la atención a los mayores desde el sector social parece ser la hermana menor, y fea, de la rama de la salud, por la forma en que a veces son atendidos nuestros mayores en centros de salud y hospitales. Más que una homilía religiosa, las palabras del padre Angel sonaron como el gran estruendo de un órgano de catedral, potente y oportuno, acorde a los espectadores y al mensaje que pretendía transmitir. Un mensaje humanista ante todo, que nos recuerda a los que presumimos de tener vocación de servicio, que este se debe dar a TODAS las personas, tengan la edad que tengan, con la misma calidad y calidez.

Jose Carlos Bermejo es el guía espiritual de aquellos que han sido (hemos sido) conscientes de la relevancia de las necesidades humanistas que nuestros mayores reclaman a gritos, pero en el silencio de la marginalidad social. La manera en que hace fácil lo difícil es admirable. Debo destacar su ponencia inaugural, en el congreso arriba mencionado, acerca de la relación entre la Dignidad Humana y la Calidad de Vida. Ha sido sencillamente un honor escuchar a un religioso palabras tan reconfortantes como las que nos regaló el miércoles pasado. Nos recordó que la dignidad no puede ser tenida como un término lingüístico sin más. Es un concepto que bebe de la fuente de la persona humana. Pero claro, para poder entender esto primero hay que hacerse la pregunta uno mismo acerca de que entendemos por "persona humana". Es una entidad deontológica, trascendental, que comienza a intuirse mucho antes que otros constructos sociales y psicológicos, es decir, fruto de nuestras relaciones con otras personas, y de nuestros neurotransmisores cerebrales, respectivamente. La dignidad deontológica se contrapone así a esa dignidad ética, o moral, más concreta, de andar por casa. Esta última clase de dignidad es la que se usa en los presupuestos utilitaristas de la bioética para justificar acciones edadistas, centrándonos en el segmento poblacional objeto de nuestro interés. La relación coste/beneficio, propia de este tipo de bioética, impregna a nuestro pesar los discursos e incluso intervenciones de muchos de nuestros compañeros/as de gremio. "No merece la pena con la edad que tiene" o "qué más quieres sin ya tienes ochenta años", son frases típicas de aquellos utilitaristas en un momento u otro. La cuestión es que la responsabilidad no solo puede ser dejada en manos de nuestra propia conciencia moral, que tan poco les gusta a algunos ideólogos por cierto. Gran parte de responsabilidad la tienen aquellos que cada vez quitan más horas lectivas de ética profesional, o la confunden a propósito con la legislación profesional, en todas las carreras de índole sanitaria. Peor es el escenario en el caso de carreras de marcado tinte social, como trabajo social, o educación social.

Lo reconozco, es difícil y cuesta arriba el camino hacia la sabiduría. Pero necesariamente pasa por recorrernos interiormente, como dice Juan Masiá, padre jesuita cuya obra se encuentra en Japón, en su último libro "Vivir" (de ediciones Religión Digital & Descleé, 2015). Hasta que no seamos conscientes de nuestra propia vacuidad, no podremos rellenarnos plenamente. Escuchar a grandes sabios, como el padre Angel o José Carlos Bermejo, nos debe hacer reflexionar acerca de las prioridades de nuestra misión en la atención a nuestros mayores. Quizás sea más importante volver la mirada hacía la persona que hay dentro del paciente, o del usuario, según otros, antes incluso que seguir absorbiendo "conocimientos naturales" procedentes del mundo objetivo. En el oscuro mundo de nuestra existencia, quizás la luz que nos arrojan ciertos conocimientos naturales sea solo artificial. Tan artificial como una luz de neón, sea lo potente que sea. Debemos buscar otro tipo de luz. Aquella que nos ofrecen, de manera humilde y desinteresada, algunos sabios. Esta no es un luz artificial. Más bien parece un luz natural, tan natural e inmensa como la luz del amanecer. Seamos buenos aspirantes a sabios, seamos humildes u dejémonos iluminar por sus consejos.

Comentarios

  1. "YO ESTUVE ALLÍ"...Con frecuencia hemos escuchado esta frase cuando las personas se refieren a hechos/situaciones importantes (por unos u otros motivos). Al leerte, Carmelo, pensaba en eso "yo estuve allí"...Yo tuve la posibilidad de volver a mirarme hacia adentro, de volver a replantearme cosas que creía "superadas", de volver a darme cuenta que, por desgracia, cremos con demasiada frecuencia que "vamos por el buen camino" cuando solo caminamos y, a veces, ni eso.
    Conocer al padre Ángel fue como hacer realidad el deseo de un niño, pero lo que no sabía era que me hacía falta escuchar a José Carlos Bermejo.
    !!GRACIAS!!

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